UN PAPA JESUITA. ¿QUÉ SIGNIFICA ESO?
EXTRACTO DEL LIBRO “CINCUENTA
AÑOS EN LA IGLESIA DE ROMA”
Capítulo 54.
CHARLES
CHÍNIQUY- 1809-1899.
Desde los primeros días de los
descubrimientos de las minas de oro en California, los Jesuitas tenían la
esperanza de convertirse en los amos de esos tesoros inagotables y en secreto
hicieron su plan con la más siniestra habilidad y éxito. Los Jesuitas vieron
inmediatamente que si podían convencer a los católicos irlandeses a fijar su
residencia permanente allí, pronto serían los amos y gobernadores de esa ciudad
de oro, cuyo futuro es tan grande y brillante.
Por consecuencia, hay muy pocos
millonarios americanos, alemanes, escoceses o ingleses en San Francisco; pero,
hay más de cincuenta irlandeses Católicos. Su banco más rico (Nevada Bank) está en sus manos como también todos los
ferrocarriles. Las oficinas principales de la ciudad están llenas de irlandeses
Católico-romanos. Casi toda la policía se compone de la misma clase como
también las asociaciones militares voluntarias. Su unidad compacta en las manos
de los Jesuitas con su enorme riqueza, casi les hacen los amos supremos de las
minas de California y Nevada.
Cuando uno conoce la absoluta y
abyecta sumisión de los irlandeses Católico-romanos, sean ricos o pobres, a sus
sacerdotes y cómo la mente, el alma, la voluntad y la conciencia están
firmemente e irrevocablemente atados a los pies de sus sacerdotes, puede
comprender fácilmente que los Jesuitas de los Estados Unidos forman una de las
corporaciones más ricas y poderosas que el mundo jamás ha visto. Es bien
conocido que esos cincuenta millonarios con sus innumerables empleados, por
medio de sus esposas y ellos mismos, están continuamente a los pies de sus
confesores Jesuitas. Donde gobiernan los Jesuitas, hay poca esperanza para que
un verdadero protestante logre tener una posición lucrativa en los Estados
Unidos hoy.
Es a San Francisco a donde
deben ir para tener una idea del gran número de organizaciones secretas y
poderosas con los cuales la Iglesia de Roma se prepara para el conflicto
inminente por el cual ella espera destruir a las escuelas y todo vestigio de
derechos humanos y libertades en los Estados Unidos.
Para entrenar más fácilmente a
los católico-romanos y prepararlos para esta lucha, los Jesuitas han organizado
un gran número de sociedades secretas. Los principales de ellas son: La Orden Antigua de Iberniano, La
Sociedad Irlandés Americana, Los Caballeros de San Patricio, Los Cadetes de San
Patricio, La Alianza Mutua de San Patricio, Los Apóstoles de Libertad, Los
Hijos Benevolentes de la Isla Esmeralda, Los Caballeros de San Pedro, Los Caballeros
de la Rama Colorada, Los Caballeros de la Columskill, El Sagrado Corazón, etc.
Casi todas
estas asociaciones secretas son militares y tienen su sede en San Francisco; pero sus soldados rasos están
esparcidos por todos los Estados Unidos. Cuentan con 700,000 soldados, quienes
bajo el nombre de La Milicia Voluntaria de los
Estados Unidos están bajo órdenes de algunos de los generales y oficiales más
hábiles de esta república.
Otro hecho en el cual los
protestantes americanos no ponen suficiente atención es que los Jesuitas han
sido tan astutos como para colocar la vasta mayoría de generales y oficiales
Católico-romanos al mando del ejército y la marina de los Estados Unidos.
Mucho
antes de que fuera ordenado sacerdote, yo sabía que mi Iglesia era el enemigo
implacable de esta república. Mis profesores de filosofía, historia y teología
habían sido unánimes en decirme que los principios y las leyes de la Iglesia de
Roma son absolutamente antagónicos a las leyes y principios que son las piedras
del fundamento de la Constitución de los Estados Unidos:
1. - El primer principio más sagrado de la Constitución de los
Estados Unidos es la igualdad de todo ciudadano delante de la ley. Pero el
principio fundamental de la Iglesia de Roma es la negación de esa igualdad.
2. - La libertad de conciencia proclamada por los Estados Unidos es
el principio más sagrado que todo ciudadano tiene que apoyar aun a precio de su
sangre. Pero todos los Papas y concilios de Roma declaran que la libertad de
conciencia es algo sumamente ateo, inmundo y diabólico que todo buen Católico
debe aborrecer y destruir a toda costa.
3. - La Constitución Americana asegura la
independencia absoluta del poder civil del poder eclesiástico. Pero la Iglesia
de Roma declara por medio de todos sus pontífices y concilios que semejante
independencia es una impiedad y rebelión contra Dios.
4. - La Constitución Americana da libertad a todo hombre para servir
a Dios según le dicta la conciencia. Pero la Iglesia de Roma declara que ningún
hombre jamás ha tenido tal derecho y que solamente el Papa puede saber y decir
lo que el hombre debe creer y hacer.
5. - La Constitución de los Estados Unidos niega el derecho de
cualquier persona moral a castigar a otro por diferir de él en religión. Pero
la Iglesia de Roma dice que ella tiene el derecho de castigar con la
confiscación de sus bienes y con pena de muerte a aquellos que defieren del
Papa en la fe.
6. - Los Estados Unidos han establecido escuelas en todo su inmenso
territorio para invitar a la gente a enviar a sus hijos para cultivar su
inteligencia y llegar a ser buenos y útiles ciudadanos. Pero la Iglesia de Roma
públicamente ha maldecido a todas esas escuelas y ha prohibido a sus hijos asistir, bajo pena de excomunión
en esta vida y condenación en la venidera.
7. - La Constitución de los Estados Unidos se basa en el principio
de que la gente es la fuente principal de todo poder civil. Pero cientos de
veces la Iglesia de Roma ha proclamado que este principio es impío y hereje.
Ella dice que: Todo gobierno tiene que basarse sobre el fundamento de la fe
Católica, con el Papa como su única fuente legítima y el único intérprete
infalible de la ley.
Podría citar muchos otros
hechos que prueban que la Iglesia de Roma es el enemigo irreconciliable de los
Estados Unidos, pero sería demasiado largo. Roma es una víbora; tarde o temprano esa víbora morderá y matará a esta
república. Esto fue predicho por Lafayette y ahora se promulga
por los grandes pensadores de nuestro tiempo.
El gran inventor de la
telegrafía eléctrica, Samuel Morse lo descubrió cuando
estaba en Roma y lo publicó en 1834 en su obra notable: Conspiraciones
Formuladas Contra las Libertades de los Estados Unidos. El instruido Dr. S. Ireneus Prime
en su biografía de Samuel Morse dice:
Cuando el Sr. Morse
visitó a Italia, conoció a varios eclesiásticos de la Iglesia de Roma y
aprendió de ellos que se había formulado una conspiración política contra los
Estados Unidos bajo el disfraz de una misión religiosa. Cuando fue a París y
disfrutó de la confianza y amistad de Lafayette, declaró sus convicciones al
general, quien coincidió con él que en realidad hay una conspiración.
Ese gran estadista y patriota, Richard
W. Thomas, Secretario de la Marina,
en su obra admirable El Papado y el Poder Civil dice:
Nada está más claro que si los principios de la Iglesia de
Roma prevalecen aquí, necesariamente caería nuestra Constitución. Los dos no
pueden existir juntos. Están en abierto y directo antagonismo contra la
ideología fundamental de nuestro gobierno y de todos los gobiernos populares
dondequiera.
El elocuente orador español, Castelar, hablando de su propia Iglesia
de Roma en 1869, dijo: No hay un solo principio de progreso
que no ha sido maldecido por la Iglesia Católica. Esto es verdad en Inglaterra
y Alemania como también en todos los países Católicos. La Iglesia maldijo la
Revolución Francés, la Constitución Bélgica y a la Independencia Italiana. Ni
una sola constitución ha nacido, ni un solo paso de progreso adoptado, ni una
reforma solitaria efectuada, que no ha estado bajo los terribles anatemas de la
Iglesia.
¿Por qué pedir el testimonio de protestantes o Liberales que
adviertan al pueblo americano contra esa conspiración, cuando tenemos el
testimonio público de todos los obispos y sacerdotes para comprobarlo? Lean ustedes mismos la posición adoptada por la
Iglesia de Roma hoy. Les presento los siguientes documentos irrefutables:
La Iglesia es
necesariamente intolerante. Ella tolera la herejía donde y cuando tiene que
tolerarla, pero la aborrece y dirige todas sus energías para destruirla. Una
vez que los católicos ganan suficiente mayoría numérica en este país, la
libertad religiosa terminará. Así dicen nuestros enemigos y así creemos. (El Pastor del Valle, diario oficial del
Obispo de St. Louis, 13 Nov. 1851
Ningún hombre
tiene el derecho de escoger su religión.
(New York Freeman, diario oficial del Obispo Hughes, 26 Ene. 1852)
La Iglesia . .
. no acepta y no puede aceptar ni de ninguna manera favorecer la libertad en el
sentido Protestante de la libertad. (Catholic
World, Abril, 1870)
La Iglesia
Católica es el medio y el canal por el cual se expresa la voluntad de Dios.
Mientras el Estado tiene derechos, los tiene solamente en virtud de y con
permiso de la Autoridad Superior y esa autoridad se expresa solamente por la
Iglesia. (Catholic World, Julio,
1870)
El
Protestantismo no tiene ni tendrá ningún derecho donde el Catolicismo haya
triunfado. (Catholic
Review, Junio 1875)
La libertad
religiosa se tolera hasta que el opuesto puede efectuarse sin peligro a la
Iglesia Católica. (Rt.
Rev. O’Conner, Obispo de Pittsburg, PA)
Antes de pasar mucho tiempo, habrá una
religión del Estado en este país y esa religión estatal será Católico-romana:
1.- El Católico-romano ejercerá su voto con el propósito de asegurar
ascendencia Católica en este país.
2. - Toda legislación tiene que ser
gobernada por la voluntad de Dios, infaliblemente indicada por el Papa.
3. - La educación tiene que ser
controlada por autoridades Católicas y bajo la educación se incluyen las
opiniones del individuo y la palabras de la prensa. Muchas opiniones serán
prohibidas por el brazo secular bajo la autoridad de la Iglesia aun hasta
guerra y derramamiento de sangre.‖ (Padre
Hecker, Catholic World, Julio 1870)
Fue propuesto
que todas las creencias religiosas fueran libres y su adoración practicada
públicamente, pero nosotros hemos rechazado este artículo por estar contrario a
los canones y concilios de la primera Iglesia Católica. (Papa Pío VII, Encíclica, 1808)
Uno de los primeros y más
solemnes actos del Papa actual, Leo XIII, fue ordenar que la
teología de Santo Tomás Aquino fuese enseñada en
todos los colegios, seminarios y universidades de la Iglesia de Roma como la
enseñanza más exacta de las doctrinas de la Iglesia. El 30 de diciembre de
1880, forcé al Reverendísimo Foley, Obispo de Chicago a traducir del latín al inglés delante del tribunal de Kankakee y
jurar que la siguiente ley se encontraba entre las promulgadas por Santo Tomás como una de las leyes actuales e incambiables de la
Iglesia de Roma:
Aunque los
herejes no deben ser tolerados porque lo merecen, tenemos que soportarlos hasta
que por una segunda amonestación sean traídos nuevamente a la fe de la Iglesia.
Pero los que después de una segunda amonestación permanecen obstinados en su
error, no sólo serán excomulgados, sino serán entregados a los poderes
seculares para ser exterminados. (Santo Tomás Aquino, Summa Teología,
Vol.IV, P.90)
Después que el obispo había
jurado que esto es la verdadera doctrina de la Iglesia de Roma, expresada por
Santo Tomás y enseñada en todos los colegios, seminarios y
universidades de la Iglesia de Roma, le forcé a declarar bajo juramento que él
y cada sacerdote de Roma una vez al año, bajo pena de eterna condenación está
obligado a decir en la presencia de Dios en su Brevario (su libro oficial de rezos) que
esa doctrina es buena y santa, porque cada palabra había sido inspirada a Santo
Tomás por el Espíritu Santo.
El mismo Obispo Foley nuevamente fue forzado por mí delante del mismo
tribunal a traducir del latín al inglés el siguiente decreto del concilio de
Letrán y reconocer bajo juramento que sigue siendo la ley de la Iglesia de Roma
hoy como ha sido desde el día en que fue aprobado, en el año 1215 D.C.:
Excomulgamos y anatematizamos a toda herejía que se exalta
contra la santa fe Católica ortodoxa, condenando a todo hereje por cualquier
nombre que sea conocido; porque aunque se defieren de cara, son atados juntos
por la cola. Tales condenados serán entregados a los poderes seculares
existentes para recibir su debido castigo. Si son laicos, sus bienes serán
confiscados;
Si son sacerdotes,
primero serán degradados de sus órdenes respectivas y sus propiedades aplicadas
a la iglesia donde han oficiado. Los poderes seculares de todo rango y grado
serán advertidos, inducidos y, si es necesario, obligados por censura
eclesiástica a jurar que se esforzarán hasta lo máximo en defensa de la fe y
extirpar a todos los herejes denunciados por la Iglesia que se encuentren en
sus territorios. Y siempre que una persona asuma el gobierno, sea espiritual o
temporal, será obligada a acatar este decreto.
Si algún señor temporal, después de ser amonestado y
requerido por la Iglesia, se descuidara de limpiar su territorio de la
depravación hereje, el obispo metropolitano y los obispos de la provincia se
unirán para excomulgarlo. Si permanece contumaz y rebelde por un año entero, el
hecho será dado a conocer al Pontífice Supremo, quien declarará a sus vasallos
librados de su lealtad desde ese momento en adelante y el territorio será
otorgado a los Católicos para ser ocupado por ellos con la condición de
exterminar a los herejes y preservar dicho territorio en la fe.
Los católicos que asumirán la señal de la cruz para la
exterminación de los herejes, disfrutarán la misma indulgencia y serán
protegidos por los mismos privilegios como los que se conceden a los que van al
rescate de la Tierra Santa.
Decretamos, además, que todos los que tengan trato con los
herejes y especialmente los que los alberguen, defienden o alienten, serán
excomulgados. No serán elegibles a ningún puesto público, ni serán admitidos
como testigos. Tampoco tendrán el poder de legar su propiedad por testamento,
ni de heredar ninguna herencia. No podrán presentar demanda contra nadie, pero
cualquier persona podrá presentar una demanda contra ellos. Si es un juez, su
decisión no tendrá ninguna fuerza ni ningún caso será traído delante de él. Si
es defensor, no se le permitirá defender el caso; si es abogado, ningún
instrumento hecho por él se aceptará como válido, sino que será condenado con
su autor.
El Cardenal Manning, hablando en el nombre del Papa, dijo: No reconozco a ningún poder civil; no soy el súbdito de ningún príncipe y
reclamo todavía más que esto: Reclamo ser el juez y director supremo de las
conciencias de todos los hombres, desde el campesino que cultiva los campos
hasta el príncipe que se siente en el trono; desde el hogar que vive en la
sombra de privacía hasta el legislador que aprueba las leyes de los reinos. Yo
soy el único, el último y supremo juez del bien y del mal. ¡ ¡Además
declaramos, afirmamos, definimos y pronunciamos que es imperativo, para la
salvación de todo ser humano, estar sujeto al Pontífice Romano! ! (Tablet, 9 Oct. 1864)
Sin duda alguna, es la intención del Papa poseer a este
país. En esta intención es auxiliado por los Jesuitas y todo prelado y
sacerdote Católico. (Brownson’s
Review, Mayo, 1864)
Ningún buen gobierno puede existir sin religión y no puede
haber religión sin una inquisición, la cual está sabiamente diseñada para la
promoción de la verdadera fe. (Boston
Pilot, revista oficial del obispo)
El poder de la Iglesia
ejercitado sobre los soberanos en la Edad Media no era una usurpación; no se
deriva de las concesiones de príncipes ni del consentimiento de la gente, sino
que era y es mantenido por derecho divino y cualquiera que lo resiste, se
rebela contra el Rey de Reyes y Señor de Señores. (Brownson’s Review, Junio, 1851)
El concilio de Constanza celebrado en 1414 declaró: Cualquier persona que ha prometido seguridad a los herejes no será
obligado a cumplir su promesa, cualquiera que sea su oficio. Conforme a este
principio, John Huss fue quemado en público, el 6 de julio de 1415, en la
ciudad de Constanza, aunque obtuvo un salvoconducto de parte del Emperador.
Los negros no tienen ningún derecho que el hombre blanco
está obligado a respetar. (El
Jefe del Tribunal Supremo, Taney, Católico-romano, en su decisión Dred-Scott)
Si las libertades del pueblo americano fueran destruidas,
caerán por la mano del clero Católico.
(Lafayette)
Fíjate, señor, que de esta cámara yo gobierno no sólo a
París sino a China, y no sólo a China, sino a todo el mundo, sin que nadie sepa
cómo lo hago. (Tamburini,
General de los Jesuitas)
Es lícito matar a cualquier hombre que ha sido excomulgado
por el Papa. (Busembaum
Lacroix, Theología Moralis, 1757)
Por tanto, si usted recibe una orden de uno que ocupa el
lugar de Dios, debe cumplirla como si viniera de Dios mismo. Se añade también
que hay más seguridad de hacer la voluntad de Dios obedeciendo a nuestros
superiores que por obedecer a Jesucristo si apareciese personalmente para dar
su mandato. (San
Ligorio, La Monja Santificada)
Los Jesuitas son una Organización Militar, no una orden
religiosa. Su jefe es el general de un ejército, no un mero Padre Abad de un
monasterio. La meta de esta organización es: PODER, Poder en su ejercicio más
despótico, poder absoluto, poder universal, poder para controlar al mundo por
la voluntad de un solo hombre. Jesuitismo es el más arbitrario de los
despotismos, el abuso más atroz de autoridad. (Memoria
de la Cautividad de Napoleón en Sta. Elena, por el General Montholon, Vol. II,
p. 62)
En la alocución de septiembre de 1851, el Papa Pío IX dijo
que él considera el siguiente principio como básico: La religión Católica, con
todos sus votos, debe ser tan exclusivamente dominante que cualquier otra
adoración sea suspendida y desterrada!
Ustedes pregunten: Si el Papa fuera señor sobre este país y
ustedes (los protestantes) en la minoría, ¿Qué les haría? Eso, decimos, depende
enteramente de las circunstancias. Si beneficiaría la causa del Catolicismo,
les toleraría. Si fuera oportuno, les encarcelaría, les desterraría o
probablemente les ahorcaría. Pero estén seguros de una cosa, nunca les
toleraría por respeto a sus principios gloriosos de libertad civil y religiosa. (Rambler, uno de los periódicos Católicos
más prominentes de Inglaterra, Sep., 1851)
Señor Acton, uno de los barones Católico-romanos de Inglaterra,
reprochando a su propia Iglesia por sus leyes sangrientas y antisociales,
escribió: El Papa Gregorio VII decidió que no es homicidio matar a
personas excomulgadas. Esta regla fue incorporada en el Derecho Canónico.
Durante la revisión
del código que sucedió en el siglo decimosexto y que produjo un gran volumen de
correcciones, este pasaje quedó en firme y aparece en cada edición de Corpus
Juris. 700 años ha permanecido y sigue siendo parte de la ley eclesiástica.
Lejos de ser una letra muerta, obtuvo una nueva aplicación en los días de la
Inquisición y uno de los últimos Papas ha declarado que el asesinato de un
Protestante es una obra tan buena que, en sí misma, expía y más que expía el
asesinato de un Católico. (The
London Times, 20 de Julio, 1872)
En el último concilio del Vaticano,
¿Ha expresado la Iglesia de Roma algún
pesar por haber promulgado y ejecutado semejantes leyes sangrientas? ¡No! Al contrario, ella anatematiza a todos los que
piensan o dicen que ella hizo mal cuando inundó al mundo con la sangre de
millones que ella mandó masacrar para apaciguar su sed de sangre. Ella dice
positivamente que tenía el derecho de castigar con tortura y muerte a esos
herejes.
Esas sangrientas leyes anti-sociales estaban escritas en las
banderas de los Católico-romanos cuando degollaron a 100,000 Valdenses en las
montañas de Piedmont y a más de 50,000 hombres, mujeres y niños indefensos en
la ciudad de Bezieres. El masacre de 75,000 Protestantes, la noche de San
Bartolomé y la semana que la siguió, fue inspirado por esas leyes diabólicas de
Roma.
El Rey Louis
XIV, en obediencia a esas leyes, revocó el Edicto de Nantes, causando la muerte
de 500,000 hombres, mujeres y niños, quienes perecieron por todas las
carreteras de Francia y causó la muerte de otro millón de personas en la tierra
de exilo donde se habían refugiado.
Esas leyes anti-sociales, hoy,
están escritas en sus banderas con la sangre de 10 millones de mártires. Bajo
esas banderas sangrientas, 6,000 sacerdotes, Jesuitas y obispos en los Estados
Unidos están marchando hacia la conquista de esta república respaldados por sus
siete millones de ciegos esclavos obedientes.
Esas Leyes que todavía son las
leyes gobernantes de Roma, son la causa principal de la reciente rebelión de
los Estados del Sur. Sin el Romanismo,
la última guerra civil hubiera sido imposible. Jefferson Davis nunca hubiera atrevido a atacar al Norte si no
hubiera tenido la firme promesa del Papa que los Jesuitas, los obispos, los
sacerdotes y toda la gente de la Iglesia de Roma le ayudarían bajo el nombre y
disfraz de Democracia.
Esas leyes diabólicas y
anti-sociales de Roma hicieron que un católico-romano (Bearegard) fuese el hombre escogido para disparar el primer
cañón contra Fort Sumpter y contra la bandera de la libertad, el 12 de abril de
1861. Esas leyes anti-cristianas y anti-sociales hicieron que el Papa fuese el
único príncipe coronado en todo el mundo tan depravado como para saludar
públicamente a Jefferson Davis y proclamarle presidente de un gobierno ilegítimo...
Estas son las leyes que guiaron
a los asesinos de Abraham Lincoln a la casa de una rabiosa mujer Católico-romana, María Surrat, que no sólo era el lugar de reunión de los sacerdotes
de Washington, sino que era la misma residencia de algunos de ellos.
Estas sangrientas leyes
infernales de Roma alentaron al brazo del católico-romano, Booth, cuando asesinó a uno de los hombres más nobles que
Dios jamás ha concedido al mundo.
Esas
sangrientas leyes anti-sociales de Roma, después de cubrir a Europa con ruinas,
lágrimas y sangre durante diez siglos, han cruzado los océanos para continuar
su obra de esclavitud y desolación, sangre y lágrimas, ignorancia y
desmoralización en este continente. Bajo el disfraz y el nombre de Democracia
se levantó el estandarte de rebelión en el Sur contra el Norte y causó la caída
de medio millón de los hijos más heroicos de América en los campos de matanza.
En el futuro no muy lejano, si
Dios no lo impide milagrosamente, esas leyes de hechos oscuros y sangre harán
que la prosperidad, la educación y las libertades de esta demasiada confiada
nación sean enterradas bajo una montaña de ruinas humeantes y sangrientas. En
la cima de esa montaña, Roma levantará su trono y plantará su bandera
victoriosa.
Entonces
cantará sus Te Deums y voceará sus gritos de júbilo igual como lo hizo cuando
escuchó las lamentaciones y clamores de desolación de los millones de mártires
en las capitales y grandes ciudades de Europa.
Nota: Este
artículo fue extraído del libro de Charles Chíniquy, ex-sacerdote católico-romano,
escrito hace aproximadamente 120 años. Ante la asunción de un papa jesuita, la
pregunta es: ¿Ha cambiado la iglesia católica? ¿Cambió en algo esta rama
poderosa del catolicismo conocido como “Los Jesuitas”? Absolutamente ¡NO!
La Gran Ramera sigue vigente y su brazo ejecutor más fuerte que nunca. Es la
bestia, esperando dar el mazazo final.
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