miércoles, 13 de marzo de 2013

LOS DONES ESPIRITUALES (XIV) EL DON DE LA HOSPITALIDAD


                                      EL DON DE LA HOSPITALIDAD
En algunos círculos cristianos existen diferencias de opiniones en cuanto a si la hospitalidad es un don del Espíritu Santo o es un atributo propio de cualquier cristiano. La hospitalidad se da frecuentemente como mandamiento en el Nuevo Testamento. Pablo quiere que todos los creyentes “practiquen la hospitalidad” (Romanos 12:13). Exige especialmente que un Obispo o  Anciano sea “hospedador (Tito 1:8, 1 Timoteo 3:2). Una viuda podría recibir ayuda de la iglesia si entre otras condiciones “ha practicado la hospitalidad” (1 Timoteo 5:10). El apóstol Pablo ordena “no os olvidéis de la hospitalidad” (Hebreos 13:2). Pedro nos ordena: “Hospedaos los unos a los otros sin murmuraciones” (1 Pedro 4:9). Podríamos parafrasear este texto así: “abrid vuestros hogares con gusto y recibíos unos otros como huéspedes, especialmente a aquellos que necesitan comida o una pieza donde pasar la noche, y no os quejéis por la incomodidad”. Aunque la hospitalidad no está incluida en ninguna de las listas de dones del apóstol Pablo, el contexto en que habla Pedro parece considerarlo como un don separado (1 Pedro 4:8-12), después continúa diciendo que cualquiera sea el don que una persona posea, debe ejercitarlo fielmente. En el pensamiento de Pedro el vínculo entre la hospitalidad y los dones implica claramente que la hospitalidad es un don. Al principio de la iglesia cristiana la hospitalidad era de vital importancia debido a las persecuciones y al rechazo del evangelio por parte de las gentes. Aunque nuestro Señor pasó muchas veces toda una noche en el monte orando, fue un huésped bienvenido en varios hogares, especialmente en el de Marta, María y Lázaro en Betania. Pedro se alojó “muchos días en Jope, en casa de un cierto Simón curtidor” (Hechos 9:43). Pedro recibió una invitación, que sin duda aceptó, el de “quedarse algunos días” como huésped en la casa del Centurión Cornelio (Hechos 10:48). Pablo fue un huésped con su equipo en hogares de otras personas muchas veces durante sus viajes misioneros. Lidia, vendedora de púrpura en Filipos, instó a Pablo: “si habéis juzgado que yo sea fiel al Señor, entrad en mi casa y posad”. Pablo aceptó la invitación (Hechos 16:15). El carcelero convertido de Filipos llevó a Pablo y a Silas a su casa y les dio de comer (Hechos 16:34). En su último viaje a Jerusalén, Pablo permaneció en varios hogares durante su trayecto; estuvo siete días con algunos discípulos de Tiro; un día con los hermanos de Tolemaida y muchos días en el hogar de Felipe el evangelista en Cesarea, luego se alojó en el hogar de un antiguo discípulo llamado Mnasón (Hechos 21:4,7,8,16). Pablo escribió a la iglesia de Roma una palabra de recomendación a favor de Febe y señala que él había sido objeto de su hospitalidad (Romanos 16:1-2), también mencionó que en ese preciso momento era huésped de Gayo “os saluda Gayo, hospedador mío” (Romanos 16:23). El proveedor de hospitalidad a genuinos maestros ayuda a difundir la verdad; pero ayudar a falsos maestros es difundir el error, por eso la advertencia de Juan al respecto (2 Juan 10-11). No se debe sacrificar la verdad en beneficio de la hospitalidad. Gayo fue elegido porque recibió a desconocidos y los ayudó a continuar su misión evangelistica (3 Juan 5-8). Por otro lado, Diótrefes fue amonestado no solamente porque rehusó dar hospitalidad a los hermanos, sino también porque expulsaba a aquellos que deseaban hospedar a los santos (3 Juan 10). Ninguna persona genuinamente hospitalaria hospeda con la esperanza de obtener algo. Nuestra recompensa vendrá de otra dirección, desde arriba. El hogar de Zaqueo recibió un beneficio inexpresable el día que hospedó a Jesús “hoy ha venido la salvación a esta casa” (Lucas 19:9); otros ejemplos de personajes bíblicos que recibieron bendiciones por ejercer la hospitalidad: María y Marta recibieron la bendición de la resurrección de su hermano Lázaro, Ananías, que al principio se resistió cuando recibió a Pablo, no mucho tiempo después le escuchó predicar a Cristo en la Sinagoga (Hechos 9:10-20). Publio, el gobernador, recibió la bendición de la curación de su padre gravemente enfermo (Hechos 28:7-8). La hospitalidad dará sus recompensas en el día del juicio porque “fui forastero, y me recogisteis” (Mateo 25:35).-

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