LOS
PROFETAS MENORES
OSEAS
(IV)
El capítulo 9 de Oseas está lleno no solo de la
reprensión del Señor
contra su pueblo pecador y rebelde, sino también de las características del
juicio venidero. Los elementos esenciales de ese juicio eran: (1) El
cese del gozo, versículos 1-2; (2) El exilio de su tierra, versículos 3-6; (3)
La pérdida del
discernimiento espiritual, versículos 7-9; (4) La disminución de la tasa de
natalidad, versículos 10-16 y (5) La expulsión, versículo 17.
Puesto que el alma alejada de Dios no puede tener gozo, el
profeta Oseas
exhorta a su nación a que no se alegre ni salte de gozo como otros pueblos. El
gozo del cual habla el profeta se refiere evidentemente en la cosecha; Israel
atribuía a los ídolos los frutos que le habían sido dados, y en todos los
lugares de cosecha se celebraba este hecho con gran desenfreno. Tanto es el
enojo del Señor
con su pueblo que lo resume en esta frase: “No los amaré más” (V.15).
El capítulo 10 describe a Israel como una viña que ha
crecido mucho y ha fructificado, y al notar su prosperidad se enorgulleció en
su corazón apartándose del Señor (V.1); cuando mayor era la prosperidad que Dios les
daba, mayor era el mal uso que hacían de su generosidad, alabando a los ídolos
mediante sacrificios sobre los altares paganos. El corazón dividido y el dudar
entre dos opiniones fueron características del Israel de los días de Elías
(1 Reyes
18:21) y lo hizo clamar por una entrega a Dios de todo corazón. Por esta
causa, el Señor
anuncia su castigo. Aún cuando Israel había colmado el vaso de la ira de Dios,
el Señor
insiste en señalarles el camino de la reconciliación, el perdón y la
restauración (V.12)”Antes del
juicio viene la misericordia”.
El capítulo 11 empieza a hablarnos del amor de Dios
por su pueblo y del llamado que Él les hizo. Cuando Dios quiere hablarnos de su
infinito amor por la nación de Israel, recalca que ese amor se inició cuando
apenas comenzaban a constituirse como nación, en medio de la terrible
esclavitud en Egipto (V.1);
y aún cuando Dios
les mostró infinidad de veces su amor incondicional, ellos persistían en darles
la espalda y volverse a los ídolos. Sin embargo, el amor de Dios,
que nunca ha tenido como base los méritos de los hombres ni la bondad humana,
persistió en seguir al pueblo desobediente. Después de todo, ningún padre
terrenal renuncia a su hijo debido a la desobediencia y menos lo hará Dios,
aun cuando el pecado de idolatría es abominable para el Señor. El versículo 7 describe el profundo
dolor que la rebeldía de su pueblo provocaba en el Señor: “Aunque me llaman el Altísimo, ninguno
absolutamente me quiere enaltecer”. A partir del versículo 8,
se nota el prevalecer de la gracia y la misericordia de Dios por su pueblo rebelde.
Desde lo más profundo de su ser exclama: “¿Cómo podré abandonarte, oh Efraín? ¿Te entregaré yo
Israel?...Mi corazón se conmueve dentro de mí, se inflama toda mi compasión”
Evidentemente, este versículo contiene el mensaje más sublime de todo el libro
y muestra a carta cabal el corazón de nuestro Dios, “Cuando abundó el pecado, sobreabundó la gracia”.
Su amor toma forma de compasión, su misericordia prevalece sobre el juicio y,
la razón de esto es que, Dios es Dios y no hombre; porque
Él es bueno y para siempre es su misericordia y, finalmente, porque Él se
complace en perdonar.-