LOS
PROFETAS MENORES XXIII
MIQUEAS (II)
Cuando
Dios creó el mundo hizo el día y la
noche. En Miqueas
2:1 tenemos el relato de hombres que usaron la noche y el día de una
manera perversa. Trazaron planes malévolos durante la noche y los llevaron a
cabo en el día. La manera en la cual pasamos nuestras noches es un índice del
carácter moral.
El pecado del pillaje, 2:1-5. La palabra Ay
es una exclamación de desdicha o de
lamentación, relacionada con la calamidad. La condición del pecador es digna de
ser lamentada. Hay muchas manifestaciones del pecado y ninguna de ellas es
atractiva. Traman el mal que es algo pecaminoso
y nocivo, comenzando en sus pensamientos y luego lo realizan cuando tienen el
poder de hacerlo. Había gente en Israel que, en su avaricia, buscaba con
prepotencia tomar la herencia de los que no se podían defender. Incluso andaban
con orgullo (erguidos en el v. 3) por sus malos hechos. La heredad de cada
tribu y familia era porción de Jehová (Números 36:9) y por lo tanto no se podía
canjear. El término familia en el v. 3 es interesante. La familia es la unidad
básica de la sociedad (Génesis 12:3) y ahí tiene que empezar la
bendición. El pueblo de Dios tiene que ser una familia y, como tal,
vivir unida. El pecado de avaricia y pillaje destruye la familia y resulta en
su mal.
El pecado de petulancia, 2:6-11. El pueblo responde a la predicación de Miqueas con descaro e
insolencia, no está dispuesto a escuchar al profeta. Incluso le dice: ¡No prediquéis! (v. 6). Le habían dicho algo parecido a Amós
unos cuantos años antes, según Amós 7:13; también Ezequiel habló en contra de los
falsos profetas (cap. 13); y algunos siglos después el apóstol Pablo
habló del tiempo cuando “teniendo comezón de oír, amontonarán para sí maestros
conforme a sus propias pasiones” (2 Timoteo 4:3). El pueblo tenía
la idea expresada por Miqueas (2:7) de que Jehovah es poderoso y paciente.
Sus obras no incluyen el juicio y la destrucción que acaba de mencionar. A esto
responde Miqueas
que Dios
manifiesta el bien al recto solamente. Si Dios es recto, espera que su pueblo también lo
sea. Dios
es santo y justo, por lo tanto no puede aprobar ni mirar con agrado al que hace
lo malo. Miqueas
ahora comunica al pueblo las palabras de Dios (vv. 8–11). Su pecado manifestaba su condición
espiritual. En primer lugar es un pueblo hostil que se hace enemigo de Dios
al descuidar su palabra. El pueblo con su pecado había quitado el reposo de la
tierra; la había contaminado. Dios es “Padre de los huérfanos y juez (defensor) de las viudas”
(Salmo 68:5),
quienes son indefensos. Es un gran pecado aprovecharse de su debilidad,
echándoles de su herencia
La promesa de provisión, 2:12, 13. Aquí se
introduce un tema importante en Miqueas. El remanente (o
resto) se menciona también en 4:7; 5:7, 8; y 7:18, y se refiere a los salvos
en Israel.
Observación:
Moreset, el pueblo de Miqueas estaba situado en una
región llamada la Sefela. El nombre significa tierra baja y se refiere al área
entre los montes de Judá y la llanura de Filistea. La Sefela
no era estrictamente una llanura o una serie de montes; más bien
consistía en varias colinas.