jueves, 24 de abril de 2014

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                                                LOS PROFETAS MENORES XXIII
                                                      MIQUEAS (II)
Cuando Dios creó el mundo hizo el día y la noche. En Miqueas 2:1 tenemos el relato de hombres que usaron la noche y el día de una manera perversa. Trazaron planes malévolos durante la noche y los llevaron a cabo en el día. La manera en la cual pasamos nuestras noches es un índice del carácter moral.

El pecado del pillaje, 2:1-5. La palabra Ay es una exclamación de desdicha o de lamentación, relacionada con la calamidad. La condición del pecador es digna de ser lamentada. Hay muchas manifestaciones del pecado y ninguna de ellas es atractiva. Traman el mal  que es algo pecaminoso y nocivo, comenzando en sus pensamientos y luego lo realizan cuando tienen el poder de hacerlo. Había gente en Israel que, en su avaricia, buscaba con prepotencia tomar la herencia de los que no se podían defender. Incluso andaban con orgullo (erguidos en el v. 3) por sus malos hechos. La heredad de cada tribu y familia era porción de Jehová  (Números 36:9) y por lo tanto no se podía canjear. El término familia en el v. 3 es interesante. La familia es la unidad básica de la sociedad (Génesis 12:3) y ahí tiene que empezar la bendición. El pueblo de Dios tiene que ser una familia y, como tal, vivir unida. El pecado de avaricia y pillaje destruye la familia y resulta en su mal.

 El pecado de petulancia, 2:6-11. El pueblo responde a la predicación de Miqueas con descaro e insolencia, no está dispuesto a escuchar al profeta. Incluso le dice: ¡No prediquéis! (v. 6). Le habían dicho algo parecido a Amós unos cuantos años antes, según Amós 7:13; también Ezequiel habló en contra de los falsos profetas (cap. 13); y algunos siglos después el apóstol Pablo habló del tiempo cuando “teniendo comezón de oír, amontonarán para sí maestros conforme a sus propias pasiones” (2 Timoteo 4:3). El pueblo tenía la idea expresada por Miqueas (2:7) de que Jehovah es poderoso y paciente. Sus obras no incluyen el juicio y la destrucción que acaba de mencionar. A esto responde Miqueas que Dios manifiesta el bien al recto solamente. Si Dios es recto, espera que su pueblo también lo sea. Dios es santo y justo, por lo tanto no puede aprobar ni mirar con agrado al que hace lo malo. Miqueas ahora comunica al pueblo las palabras de Dios (vv. 8–11). Su pecado manifestaba su condición espiritual. En primer lugar es un pueblo hostil que se hace enemigo de Dios al descuidar su palabra. El pueblo con su pecado había quitado el reposo de la tierra; la había contaminado. Dios es “Padre de los huérfanos y juez (defensor) de las viudas” (Salmo 68:5), quienes son indefensos. Es un gran pecado aprovecharse de su debilidad, echándoles de su herencia

La promesa de provisión, 2:12, 13. Aquí se introduce un tema importante en Miqueas. El remanente  (o resto) se menciona también en 4:7; 5:7, 8; y 7:18, y se refiere a los salvos en Israel.


Observación: Moreset, el pueblo de Miqueas estaba situado en una región llamada la Sefela. El nombre significa tierra baja y se refiere al área entre los montes de Judá y la llanura de Filistea. La Sefela no era estrictamente una llanura o una serie de montes; más bien consistía en varias colinas.

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                                      LOS PROFETAS MENORES

                                                   MIQUEAS  (I)

En la primera sección del libro de Miqueas figuran solo los reyes de Judá, puesto que Miqueas es de ahí. Jotam reinó del 740 al 732, Acaz del 732 al 716 y Ezequías del 716 al 687. Pero Miqueas dirige su mensaje a Israel también, representado por su capital Samaria. Emplaza a las naciones para que comparezcan como testigos en el juicio que tiene Dios contra su pueblo. Es un escenario visto también en Isaías 1, Oseas 4, Jeremías 2 y Miqueas 6. Cita a todas las naciones porque finalmente tiene que ver con toda la tierra (vv. 3, 4), aunque comienza con su pueblo. Estos versículos tienen un propósito histórico. Exponen el nombre, tiempo y lugar de la profecía. Además nos dicen algunas características en cuanto a toda profecía verdadera.
I. Viene de Dios. El mensaje de Miqueas es “palabra de Jehová”. Miqueas estaba seguro de que Dios le había hablado y así es en el caso de todo profeta verdadero (ver Jeremías 28:9).
II. Viene por medio de los hombres. …que vino a Miqueas de Moreset. La profecía verdadera está formada en el crisol de siervos obedientes a Dios.
III. Viene en tiempos y situaciones específicos. …en días de Jotam, Acaz y Ezequías, reyes de Judá; sobre lo que vio acerca de Samaria y Jerusalén. El mensaje profético es pertinente a situaciones concretas. Qué fácil es dirigirnos a los problemas de otros tiempos y lugares. Debemos enfocar la Palabra de Dios a nuestra generación.

IV. Viene a todos los hombres. ¡Oíd, pueblos todos! La profecía verdadera, bien entendida, contiene lecciones que todos los hombres deben oír. La profecía viene de Dios por medio de hombres. Tiene  un propósito concreto en el tiempo que es proclamada. La profecía de Miqueas referente a Samaria se cumplió literalmente.  La ciudad fue destruida por los asirios en el 722 a. de J.C. y actualmente se encuentra en ruinas. A continuación se mencionan 12 lugares afectados por la inminente invasión de los asirios realizada en el año 701. El juego de palabras asocia la severidad de la invasión con el significado del nombre de cada pueblo. Por ejemplo, Bet-le-afra quiere decir “casa de polvo”, y sus habitantes se revolcarían en la tierra. Safir quiere decir “amena” pero sus habitantes serían desnudados y avergonzados. Laquis (v. 13) sería el lugar más conocido y grande. Fue una ciudad fortificada y el nombre tiene que ver con “ser difícil de capturar”. El mensaje declara que con rapidez huirían de Laquis en carros. Cuando el rey Senaquerib invadió Judá (2 Reyes 18:13–16), los asirios destruyeron 46 pueblos antes de llegar a Jerusalén. Zaanán significa “uno que sale”; Betesel es “casa al lado”; Marot es “amargura”; Moreset quiere decir “posesión”; Aczib es “engañador” (que miente); Maresa es “el que encabeza” (o posee). El pecado estaba por arruinar el destino y el carácter de cada uno. Del v. 13 observamos que Laquis sería culpable de haber introducido el pecado (quizás la idolatría) en Sion. Este término hija de Sion se ve nueve veces en el libro de Miqueas. Se refiere así en general a Jerusalén. A Moreset-gat (v.14) se le daría su dote o regalos de despedida. Sería de otro ahora. Esto habrá herido especialmente a Miqueas porque era de allí. Maresa (v.15) en hebreo es algo similar a la palabra “conquistador”. El pueblo cuyo significado es “conquistador” terminará siendo conquistado, vendría a ser la “posesión” de Senaquerib. La flor de Israel (v.15) se iría a Adulam por la invasión asiria. Adulam es famosa por su cueva donde buscó refugio David cuando fue perseguido por Saúl (1 Samuel 22:1). Y así la magnificencia y manifestación de la presencia de Dios se iría a meter en un escondrijo de oscuridad.-

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                                                             LOS PROFETAS MENORES
                                                                              JONÁS  IV
4:1-4. El profeta manifiesta su egoísmo; la misericordia de Dios desagradó a Jonás. Su enojo era como un fuego ardiente, un exacerbado sentimiento de enojo, Jonás estaba “caliente” por la bondad de Dios; él quería que los ninivitas sean destruidos. Al fin Jonás reconoce el motivo de su intento de huir de la presencia de Dios. No quería que los asirios gozaran de la misericordia de Dios ni quería ser el mensajero del Señor para ellos porque Jonás conocía a los asirios. De todos los enemigos de Israel los asirios eran los más crueles; no solamente destruyeron la ciudad de Samaria y deportaron a sus habitantes sino que pusieron otras gentes en la tierra de manera que los judíos ni siquiera tenían una patria a la cual regresar. Es por eso que, conociendo la bondad divina (Éxodo 34:6-7; Salmo 86:5, 15; 103:8; Joel 2:13), es que el profeta se negó a ser el portador de un mensaje de arrepentimiento y perdón. Entonces, como Moisés y Elías habían hecho antes, Jonás pidió a Dios que le quitara la vida (Números 11:10-15; 1 Reyes 19:4). Es triste ver la oración del profeta, tan distinta del capítulo 2. Viendo al Jonás del capítulo 1, podemos ver que obedeció el mandamiento de Dios porque sabía que no se puede huir de la presencia de Dios, pero él prefería morir antes que ver la salvación de los asirios. El Señor le hace ver que su razonamiento es absurdo e inadecuado y le insta a reflexionar sobre ello.
4:5-8. Jonás deseaba íntimamente que Dios al final destruyera a Nínive, es por ello que se hizo una enramada en lo alto de una colina y esperó para ver el resultado final. ¿Podríamos imaginar el efecto sicológico sobre los habitantes de Nínive al ver a ese profeta que trajo malas noticias esperando  para ver los resultados de su profecía? Aún allí Dios le muestra su misericordia al hacer brotar una calabacera para proveerle de sombra, y Jonás se reconfortó con ello. Su felicidad duró poco; después de 24 horas Dios dispuso que un gusano destruyese la planta. Jonás se molestó; parecía que al profeta le daba más valor a las cosas que a las personas; especialmente la gente de Nínive. Ante el sofocante calor por el viento oriental que el Señor envió, Jonás lamentó su situación y le manifestó al Señor su deseo de morir. Jonás demuestra una actitud muy superficial sobre la vida al pedir la muerte por tener sed y calor sin importarle la muerte de cientos de miles de personas que necesitaban y anhelaban obtener el perdón de Dios.
4:9-11. Ante la pregunta del Señor, Jonás responde y demuestra su falta der madurez. El egoísmo excesivo es una clara muestra de la falta de madurez de una persona. Dios le demuestra a Jonás que su actitud es equivocada y absurda. El profeta se desespera por la pérdida de una planta que él no sembró ni cultivó; cuanto más el Señor debe pensar en cientos de miles de personas que él ha creado a su imagen y semejanza. En este momento se ve a un Jonás con muchos prejuicios y con una escala de valores totalmente confundida y distorsionada. La expresión “más de 120.000 personas que no distinguen su mano derecha de su mano izquierda” se refiere a que, además de los adultos, había esa cantidad de niños, demasiado pequeños para tener criterio o discernimiento moral. De allí deducimos que la población de Nínive era de unas 600.000 personas, aproximadamente.
La lección más importante que encontramos en el libro de Jonás es ésta: El Señor de la tierra  ama a toda su creación, justos e injustos y no quiere que ni ninguno se pierda.


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                                                 LOS PROFETAS MENORES XX
                                                                       Jonás III
El mensaje urgente: 3:1-3.  Dios, sencillamente le repite a Jonás la orden que le había dado antes. No hay reproche ni reprensión; además Jonás ya había aprendido que era imposible huir de la presencia de Dios. No estaba de acuerdo con el mandato de Dios pero no había otra alternativa. Jonás no tenía que preparar ningún mensaje; Dios iba a darle el mensaje para Nínive.
La Escritura dice que Nínive era una ciudad grande que fue destruida en el año 612 a.C. y nunca se construyó de nuevo. La expresión tres días de camino se refiere a  que la gran población de Nínive, que  abarcaba la ciudad, propiamente dicha y  las poblaciones que la rodeaban, tenía aproximadamente 80 kilómetros cuadrados y se tardaba ese tiempo para recorrerla toda.
Cuando Jonás llegó al centro de la ciudad empezó a proclamar el mensaje divino. El mensaje era breve pero espantoso; una sola fase que el profeta repitió constantemente: “De aquí a cuarenta días Nínive será destruida”  el verbo que utiliza el profeta para la palabra destruir habla de revolcar”, “poner patas para arribay se utiliza una sola vez más en la Biblia en Génesis 19:29 para describir la destrucción total de Sodoma y Gomorra.
El gran arrepentimiento. 3:5-10. La reacción de la gente de Nínive era lo que Jonás estaba temiendo. Un arrepentimiento genuino y total; no solamente creyeron en Dios sino que depositaron toda su confianza en Él. El verbo creer que se utiliza aquí es la misma palabra que se usa para describir la fe de Abraham en Génesis 15:6. Para mostrar la sinceridad de su fe emplearon dos símbolos muy conocidos en el Medio Oriente para manifestar el arrepentimiento: el ayuno y cubrirse con cilicio, que era una tela rústica, gruesa y barata. Todos, desde los de la alta sociedad hasta los más humildes, se unieron en la búsqueda de la misericordia de Dios. Cuando la noticia llegó a oídos del rey, y al entender la gravedad del asunto, se unió junto con sus nobles al pueblo y expidió un decreto de penitencia general.
La costumbre de cubrirse con cilicio y sentarse sobre cenizas se empleaba en momentos de tristeza o tragedia (Ver 2 Samuel 3:31; Jeremías 6:26), de luto (Ester 4:1-3), de arrepentimiento (Nehemías 9:1; Job 42:6) y humillación (Daniel 9:3-5). El contraste, pues, con la ropa fina del rey era muy grande y evidente. Lo más importante del decreto real se halla al final del versículo 8. El arrepentimiento no sería únicamente una ceremonia externa como en Isaías 58:3-8 se condena, sino un cambio radical en la moral de la gente. Cada uno debía dejar su mal camino y dejar el uso de la violencia: Cúbranse de cilicio tanto hombres como animales y clamen a Dios fuertemente; y conviértase cada uno de su mal camino, de la rapiña que hay en sus manos. ¿Quién sabe si se volverá y se arrepentirá Dios, y se apartará del ardor de su ira, y no pereceremos? (3:8, 9)” El rey no sabía si Dios los iba a perdonar (V.9), pero confía que así será (Ver Jeremías 18:7-9).

El versículo 10 es de suma importancia porque nos enseña que Dios se complace en perdonar y que escucha la oración de arrepentimiento de cualquier persona y de cualquier pueblo. La misericordia de Dios se extiende a cada habitante de nuestro planeta. El Señor Jesucristo reconoció el cambio operado en los habitantes de Nínive cuando dijo: “·Los hombres de Nínive se levantarán en el juicio contra esta generación y la condenarán, porque ellos se arrepintieron ante la predicación de Jonás” (Lucas 11:32).-

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                                                        LOS PROFETAS MENORES
                                                                        JONÁS  (II)
Luego de contestar las preguntas que le hicieron acerca de su procedencia y de sus actividades, resulta llamativo notar que Jonás, quien no quiso predicarles a los gentiles de Nínive, ahora se encuentra en circunstancias en  que está dispuesto a dar su vida para salvar a unos marineros gentiles. Ellos por su parte no podían entender cómo él haría algo tan estúpido como intentar huir del Dios que hizo el cielo y la tierra; Jonás no pudo responder a esa pregunta (V.10).  La pregunta ahora era: ¿Qué haremos contigo para que el mar se nos aquiete? Es importante notar la actitud de los marineros. Ellos hicieron todo lo posible para evitar la muerte de Jonás; intentaron volver a tierra para dejarlo, pero era imposible; la tempestad era más fuerte cada vez. Finalmente comprendieron que el sacrificio de Jonás era inevitable. Por medio de la oración, los marineros reconocieron la voluntad de Dios, cuando echaron la suerte y ahora por medio de esta furiosa tempestad (V.14). Es notable que estos marineros gentiles tuvieran tanta compasión por un profeta que no la tuvo con una ciudad entera.  Cuando echaron a Jonás al mar se produjo una calma instantánea, y entonces, con temor  y respeto adoraron a Jehová Dios (Vv.15-16).  El versículo 17 deja bien en claro que lo que pasó a Jonás no fue una casualidad; Dios preparó un gran pez para que tragara a Jonás. Cuatro veces en este libro se emplea este verbo “Preparó” (1:17; 4; 6, 7 y 8) Dios preparó no solamente el pez, sino también la planta de ricino, el gusano, y el viento solano, para enseñarle importantes lecciones al profeta rebelde.

Capítulo 2: Ante la realidad latente y cercana el profeta Jonás comenzó a orar con mucho fervor.  El profeta manifiesta desesperación pero también esperanza y comienza a orar en prosa, como una poesía; y el estilo poético que utiliza es el Paralelismo, o sea que la segunda parte de la estrofa repite en palabras similares lo que dice la primera parte.  Jonás estaba desesperado porque no estaba acostumbrado al mar y le causaba un espanto de muerte (Vv.2-6) “Descendí a los cimientos del monte; la tierra echó sobre mí los cerrojos para siempre” (V.6) describe con claridad la situación y angustia del profeta.  “Mas tú sacaste mi vida de la sepultura”  (V.6) “Me acordé de Jehová, y mi oración llegó hasta ti en tu santo templo”  Es el clamor de un alma que siente el peso de su pecado, su desobediencia y su rebeldía. En medio del “valle de sombra de muerte” se acuerda del Señor y clama de lo profundo de su alma y el Señor escucha y responde.  Por último, en este capítulo, el profeta hace un contraste entre los que abandonan su fe para adorar ídolos, vanidades ilusorias, y los que adoran al Dios verdadero.  A pesar de su desobediencia Jonás nunca dejó de creer en Dios o de reconocer que era el único Dios, el Creador. Como en otros lugares de la Biblia el profeta Jonás manifiesta que el culto a los ídolos no es solamente falso sino totalmente vano (Ver Isaías 44:9-20) Jonás termina su oración con la confianza de que un día va a ofrecer sus sacrificios y cumplir sus votos prometidos. Jonás era un profeta que amaba a su pueblo Israel y odiaba a sus enemigos. El llamado de Dios para ir a predicar a Nínive era inconcebible para él, y así empezó su huida, su experiencia en el barco y en el vientre del gran pez.  Solo cuando escuchó la segunda vez la voz de Dios. Jonás fue a Nínive y dio el mensaje. A pesar de no ser un mensajero no convencido, los habitantes de Nínive respondieron y Dios el Señor desistió de su plan de castigarlos. La última palabra siempre lo da nuestro misericordioso Dios que no desea que nadie se pierda sino que todos procedan al arrepentimiento.-

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                                                LOS PROFETAS MENORES
                                                                 JONÁS   (I)
 El libro de Jonás empieza como muchos otros libros proféticos diciendo que la Palabra de Dios vino al profeta (Ver Oseas 1:1; Joel 1:1; Miqueas 1:1; Sofonías 1:1; Hageo 1:1; Zacarías 1:1) De esta manera se establece que es un libro profético. Para los profetas la Palabra de Dios podía ser un hecho o una palabra. Una vez dada tenía su propia existencia y lograba lo que Dios había previsto. La Palabra podía ser como fuego (Jeremías 5:14) o como un martillo (Jeremías 23:29). Era Eterna (Isaías 40:8) y no volvía a Dios vacía, sino que hacía lo que Dios quería (Isaías 55:11).
Jonás, hijo de Amitai se menciona en 2 de Reyes 14:25 como un profeta que anunció de forma exitosa la expansión del Reino de Israel. El nombre Amitai significa “Verdad” y Jonás significa “Paloma”. La comisión del profeta consiste en tres imperativos Levántate…Vé…y pregona. Tal como llamó a otros profetas Dios llamó a Jonás a una misión precisa. Tenía que anunciar el juicio de Dios sobre la ciudad de Nínive. Nínive era la capital de Asiria, el imperio que tanto daño hizo a los israelitas hasta destruir la capital del Reino del Norte, Samaria, en el año 722 a.C. y llevar a las diez tribus que lo componía a un cautiverio del cual nunca regresaron a su patria. La ciudad estaba situada al lado del río Tigris en el territorio donde está Iraq en la actualidad.
Jonás recibió el mandato de “pregonar” contra Nínive; en lugar de levantarse para obedecer al Dios, Jonás se levantó para huir de la presencia del Señor. Tarsis era en aquél entonces una colonia fenicia situada en el sur oeste de España. Era el destino más lejano adonde una nave podía llevarlo de Jope.

Es interesante notar que Jonás “descendió”  a Jope para buscar una nave para huir y luego “descendió” al interior de la embarcación para dormir. Él quería ocultarse de Dios y de su responsabilidad en vez de subir y ponerse a disposición de su Señor.  El versículo 3 dice dos veces que Jonás quería huir de la presencia de Jehová. La reacción de Dios a la conducta  de su profeta desobediente no tardó en manifestarse. Envió un viento fuerte que causó una enorme tempestad. La tormenta era tan fuerte que aún los marineros más experimentados tuvieron miedo (V.5) Eran de diferentes nacionalidades puesto que dice que “Cada uno clamaba a su dios”, pensaban que algún dios se había ofendido y los estaba castigando. Empezaron a aligerar la nave echando en el mar todo el cargamento. Sabían que una nave menos pesada  no quedaría tan hundida en el agua y respondería mejor al timón. Jonás había descendido al fondo de la nave, al lugar reservado a los pasajeros, y allí se quedó dormido. Es interesante observar que mientras los marineros paganos oraban a sus dioses y luchaban contra la tempestad el profeta de Dios estaba profundamente dormido. El capitán encontró a Jonás durmiendo y lo reprendió duramente por su holgazanería en momentos que se debía actuar. La furia de la tempestad y la nula respuesta a sus oraciones convenció a los marineros de que todo se debía a la culpa de alguien. Para saber quién era el responsable recurrieron al último recurso disponible  “echar suertes” (Ver 1 Samuel 14:41-42), y efectivamente “la suerte cayó sobre Jonás”. Al caer la suerte sobre alguien era costumbre pedirle al mismo culpable que confesara su crimen (Ver Josué 7:19). Jonás fue encarado  por los marineros y él  no tuvo otra alternativa que confesar su delito y pecado.-

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                                                         ABDÍAS
                                                       Capítulo 1
El mensaje profético de Abdías va dirigido a un pueblo por demás orgulloso: EDOM. Cuando Israel caminaba hacia la tierra prometida no le permitió pasar por su territorio (Números 20:2).  Y cuando Jerusalén fue destruida, los edomitas permanecieron al margen de esta tragedia. Para colmo de males, Edom participó en el saqueo de Jerusalén por Nabucodonosor en el año 586 a.C. (Abdías 11). De la profecía de Abdías aprendemos lo siguiente;
1.      Dios está pendiente de su pueblo; sabe quien le hace daño y cuáles son las acciones de los enemigos de su pueblo.
A.      La violencia de Edom contra Israel (Vv. 10-11).
B.      La alegría de ver al pueblo de Dios derrotado (V. 12).
C.      La decisión de aliarse con el enemigo en contra de Israel (V.13).
D.      La saña contra los fugitivos (V.14).
2.      Nadie puede estar en contra de su pueblo sin que Dios se dé cuenta y tome las acciones de castigo (Vv.2, 18).
3.      Dios castiga el orgullo.
A.      Edom era orgulloso por su ubicación geográfica privilegiada “¿Quién me hará caer en tierra?” (V.3).
B.      Edom menospreciaba el poder de Dios (V.8).
C.      En el castigo de Edom se aplicó la “regla de oro” (Vv. 10, 15).
4.      Dios asegura la permanencia de su pueblo.
A. En el monte Sion (V.17a).
B. La herencia de Jacob será restituida (Vv.17b-20).
C. El pueblo de Dios está destinado a la victoria (V.21).
Después de la caída de Jerusalén los babilonios se volvieron en contra de Edom. El rey de Babilonia Nabónido (556-539 a.C.), dirigió una campaña contra Edom que destruyó la ciudad de Bosra y aceleró el proceso por el cual el reino edomita se desintegraría durante los siglos VI-V a.C. Así para los siglos IV-III a.C. Edom había desaparecido y un nuevo reino ocupó su lugar: El reino de los Nabateos.
Lo que no debió haber hecho Edom:
1.       No debió quedarse mirando a su hermano en desgracia.
2.       No debió alegrarse de su hermano en el día de su ruina.
3.       No debió hablar de más en la angustia de su hermano.
4.       No debió aprovecharse de la tragedia de su hermano para saquearle.
5.       No debió perseguir y destruir a los fugitivos.
6.       No debió entregar al enemigo a los sobrevivientes de su hermano Israel.
El pueblo de Israel es el pueblo escogido por Dios. Cualquiera que le haga daño recibirá el castigo de la ira de Dios porque, no lo olvidemos, el que toca a Israel ofende a Dios y el reino es y será siempre de Jehová el Señor (V.21).-


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                                                          AMÓS
                                                      Capítulo 9
Vv. 1-4. El juicio ineludible; no hay escape de la ira de Dios. El Señor está por encima de todo, en este caso está sobre el altar observando  a su pueblo y ve como la falta de honradez y sinceridad se ha hecho moneda común entre los moradores de Israel. La orden de destruir el refugio tradicional para el pueblo de Dios (El Templo) fue dado a la hueste celestial. Amós describe el juicio como un terremoto que destruirá todo. No habrá ningún sitio de refugio en este desastre; nadie puede escapar de la mano de Dios (Salmo 139:7-12). El profeta comprendió que no hay lugar en la tierra, en los cielos o el mar donde uno pueda ir para escapar de la presencia de Dios. El versículo más preocupante para el pueblo es el 4 “Sobre ellos pondré mis ojos para mal y no para bien”
Vv. 5-6. Este es un himno (Doxología) muy semejante a la de  2:13 y 5:8-9. Los tres terminan alabando el nombre de Jehová y afirmando su poder como Creador de todo el universo.
Vv.7-10. Ante los ojos de Dios todas las naciones son iguales aunque sobre Israel ha puesto su Nombre y lo apartó de entre los pueblos para serles una nación santa. Pero cuando se trata del pecado, Dios ejecuta los mismos juicios sobre Israel como así también sobre las demás naciones. Es por lo mismo que Israel debiera darse cuenta que tiene mayor responsabilidad ante el Creador que las demás naciones del mundo. Ellos tienen la ley de Dios; las demás naciones no. Es por eso que Amós lamenta que Israel esté tan arraigado en los hábitos morales pervertidos y que no tenga ningún interés en cambiar su manera de vivir. Dios, por tanto, ha determinado destruir a la nación pecadora, aunque dejará un remanente para sí mismo.
Vv. 11-15. Dios había prometido a David conservar su dinastía para siempre (2 Samuel 7) y Amós proclama el cumplimiento de esa promesa porque sabe que su Dios cumple cada una y todas las promesas que hace. El libro concluye con una hermosa profecía de restauración. Dios promete sanar la tierra y bendecirlo con abundancia y traer a su pueblo de cualquier lugar donde fueren desterrados para habitar en la tierra que Él había jurado dar a sus padres, para nunca más abandonarla. ¡¡Dios lo dijo, y así será!!
                                              Período del ministerio de los profetas A.C.      
1.       Abdías -840……………………………………………………………………….9. Sofonías-630
2.       Joel-835……………………………………………………………………………10. Jeremías-627
3.       Amós-760…………………………………………………………………………11. Habacuc-607
4.       Jonás-760…………………………………………………………………………12. Daniel-605  
5.       Oseas-755………………………………………………………………………..13. Ezequiel-592
6.       Isaías-740…………………………………………………………………………14. Hageo-520
7.        Miqueas-735…………………………………………………………………..15. Zacarías-520
Nahúm-660………………………………………………………………………16. Malquías-432