jueves, 24 de abril de 2014

ESCUELA DOMINICAL

                                                LOS PROFETAS MENORES
                                                                 JONÁS   (I)
 El libro de Jonás empieza como muchos otros libros proféticos diciendo que la Palabra de Dios vino al profeta (Ver Oseas 1:1; Joel 1:1; Miqueas 1:1; Sofonías 1:1; Hageo 1:1; Zacarías 1:1) De esta manera se establece que es un libro profético. Para los profetas la Palabra de Dios podía ser un hecho o una palabra. Una vez dada tenía su propia existencia y lograba lo que Dios había previsto. La Palabra podía ser como fuego (Jeremías 5:14) o como un martillo (Jeremías 23:29). Era Eterna (Isaías 40:8) y no volvía a Dios vacía, sino que hacía lo que Dios quería (Isaías 55:11).
Jonás, hijo de Amitai se menciona en 2 de Reyes 14:25 como un profeta que anunció de forma exitosa la expansión del Reino de Israel. El nombre Amitai significa “Verdad” y Jonás significa “Paloma”. La comisión del profeta consiste en tres imperativos Levántate…Vé…y pregona. Tal como llamó a otros profetas Dios llamó a Jonás a una misión precisa. Tenía que anunciar el juicio de Dios sobre la ciudad de Nínive. Nínive era la capital de Asiria, el imperio que tanto daño hizo a los israelitas hasta destruir la capital del Reino del Norte, Samaria, en el año 722 a.C. y llevar a las diez tribus que lo componía a un cautiverio del cual nunca regresaron a su patria. La ciudad estaba situada al lado del río Tigris en el territorio donde está Iraq en la actualidad.
Jonás recibió el mandato de “pregonar” contra Nínive; en lugar de levantarse para obedecer al Dios, Jonás se levantó para huir de la presencia del Señor. Tarsis era en aquél entonces una colonia fenicia situada en el sur oeste de España. Era el destino más lejano adonde una nave podía llevarlo de Jope.

Es interesante notar que Jonás “descendió”  a Jope para buscar una nave para huir y luego “descendió” al interior de la embarcación para dormir. Él quería ocultarse de Dios y de su responsabilidad en vez de subir y ponerse a disposición de su Señor.  El versículo 3 dice dos veces que Jonás quería huir de la presencia de Jehová. La reacción de Dios a la conducta  de su profeta desobediente no tardó en manifestarse. Envió un viento fuerte que causó una enorme tempestad. La tormenta era tan fuerte que aún los marineros más experimentados tuvieron miedo (V.5) Eran de diferentes nacionalidades puesto que dice que “Cada uno clamaba a su dios”, pensaban que algún dios se había ofendido y los estaba castigando. Empezaron a aligerar la nave echando en el mar todo el cargamento. Sabían que una nave menos pesada  no quedaría tan hundida en el agua y respondería mejor al timón. Jonás había descendido al fondo de la nave, al lugar reservado a los pasajeros, y allí se quedó dormido. Es interesante observar que mientras los marineros paganos oraban a sus dioses y luchaban contra la tempestad el profeta de Dios estaba profundamente dormido. El capitán encontró a Jonás durmiendo y lo reprendió duramente por su holgazanería en momentos que se debía actuar. La furia de la tempestad y la nula respuesta a sus oraciones convenció a los marineros de que todo se debía a la culpa de alguien. Para saber quién era el responsable recurrieron al último recurso disponible  “echar suertes” (Ver 1 Samuel 14:41-42), y efectivamente “la suerte cayó sobre Jonás”. Al caer la suerte sobre alguien era costumbre pedirle al mismo culpable que confesara su crimen (Ver Josué 7:19). Jonás fue encarado  por los marineros y él  no tuvo otra alternativa que confesar su delito y pecado.-

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