LOS PROFETAS
MENORES XX
Jonás III
El mensaje urgente: 3:1-3. Dios, sencillamente le repite a Jonás
la orden que le había dado antes. No hay reproche ni reprensión; además Jonás
ya había aprendido que era imposible huir de la presencia de Dios.
No estaba de acuerdo con el mandato de Dios pero no había otra alternativa. Jonás no
tenía que preparar ningún mensaje; Dios iba a darle el mensaje para Nínive.
La Escritura dice que Nínive era una ciudad grande que fue destruida en el año 612 a.C. y nunca se construyó de nuevo.
La expresión “tres
días de camino” se refiere a
que la gran población de Nínive,
que abarcaba la ciudad, propiamente
dicha y las poblaciones que la rodeaban,
tenía aproximadamente 80 kilómetros
cuadrados y se tardaba ese tiempo para recorrerla toda.
Cuando Jonás llegó al centro de la ciudad empezó a
proclamar el mensaje divino. El mensaje era breve pero espantoso; una sola fase
que el profeta repitió constantemente: “De aquí a cuarenta días Nínive será destruida” el verbo que utiliza el profeta para la
palabra destruir habla de “revolcar”, “poner patas para arriba” y
se utiliza una sola vez más en la Biblia en Génesis 19:29
para describir la destrucción total de Sodoma
y Gomorra.
El gran arrepentimiento. 3:5-10.
La reacción de la gente de Nínive era
lo que Jonás
estaba temiendo. Un arrepentimiento genuino y total; no solamente creyeron en Dios
sino que depositaron toda su confianza en Él. El verbo “creer” que se utiliza
aquí es la misma palabra que se usa para describir la fe de Abraham
en Génesis
15:6. Para mostrar la sinceridad de su fe emplearon dos símbolos muy
conocidos en el Medio Oriente para manifestar el arrepentimiento: el ayuno y
cubrirse con cilicio, que era una tela rústica, gruesa y barata. Todos, desde
los de la alta sociedad hasta los más humildes, se unieron en la búsqueda de la
misericordia de Dios.
Cuando la noticia llegó a oídos del rey, y al entender la gravedad del asunto,
se unió junto con sus nobles al pueblo y expidió un decreto de penitencia
general.
La costumbre de cubrirse con cilicio y sentarse sobre
cenizas se empleaba en momentos de tristeza o tragedia (Ver 2 Samuel 3:31; Jeremías 6:26), de luto (Ester 4:1-3), de arrepentimiento (Nehemías 9:1; Job 42:6)
y humillación (Daniel 9:3-5). El contraste,
pues, con la ropa fina del rey era muy grande y evidente. Lo más importante del
decreto real se halla al final del versículo 8. El arrepentimiento no sería
únicamente una ceremonia externa como en Isaías 58:3-8 se condena, sino un cambio
radical en la moral de la gente. Cada uno debía dejar su mal camino y dejar el
uso de la violencia: “Cúbranse de cilicio tanto hombres como animales y clamen a Dios
fuertemente; y conviértase cada uno de su mal camino, de la rapiña que hay en
sus manos. ¿Quién sabe si se volverá y se arrepentirá Dios, y se apartará del
ardor de su ira, y no pereceremos? (3:8,
9)” El rey no sabía si Dios los
iba a perdonar (V.9),
pero confía que así será (Ver Jeremías 18:7-9).
El versículo 10 es de suma importancia porque nos
enseña que Dios
se complace en perdonar y que escucha la oración de arrepentimiento de
cualquier persona y de cualquier pueblo. La misericordia de Dios se extiende a cada habitante de nuestro
planeta. El
Señor Jesucristo reconoció el cambio operado en los habitantes de Nínive
cuando dijo: “·Los
hombres de Nínive se levantarán en el juicio contra esta generación y la
condenarán, porque ellos se arrepintieron ante la predicación de Jonás”
(Lucas 11:32).-
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