jueves, 24 de abril de 2014

ESCUELA DOMINICAL

                                                 LOS PROFETAS MENORES XX
                                                                       Jonás III
El mensaje urgente: 3:1-3.  Dios, sencillamente le repite a Jonás la orden que le había dado antes. No hay reproche ni reprensión; además Jonás ya había aprendido que era imposible huir de la presencia de Dios. No estaba de acuerdo con el mandato de Dios pero no había otra alternativa. Jonás no tenía que preparar ningún mensaje; Dios iba a darle el mensaje para Nínive.
La Escritura dice que Nínive era una ciudad grande que fue destruida en el año 612 a.C. y nunca se construyó de nuevo. La expresión tres días de camino se refiere a  que la gran población de Nínive, que  abarcaba la ciudad, propiamente dicha y  las poblaciones que la rodeaban, tenía aproximadamente 80 kilómetros cuadrados y se tardaba ese tiempo para recorrerla toda.
Cuando Jonás llegó al centro de la ciudad empezó a proclamar el mensaje divino. El mensaje era breve pero espantoso; una sola fase que el profeta repitió constantemente: “De aquí a cuarenta días Nínive será destruida”  el verbo que utiliza el profeta para la palabra destruir habla de revolcar”, “poner patas para arribay se utiliza una sola vez más en la Biblia en Génesis 19:29 para describir la destrucción total de Sodoma y Gomorra.
El gran arrepentimiento. 3:5-10. La reacción de la gente de Nínive era lo que Jonás estaba temiendo. Un arrepentimiento genuino y total; no solamente creyeron en Dios sino que depositaron toda su confianza en Él. El verbo creer que se utiliza aquí es la misma palabra que se usa para describir la fe de Abraham en Génesis 15:6. Para mostrar la sinceridad de su fe emplearon dos símbolos muy conocidos en el Medio Oriente para manifestar el arrepentimiento: el ayuno y cubrirse con cilicio, que era una tela rústica, gruesa y barata. Todos, desde los de la alta sociedad hasta los más humildes, se unieron en la búsqueda de la misericordia de Dios. Cuando la noticia llegó a oídos del rey, y al entender la gravedad del asunto, se unió junto con sus nobles al pueblo y expidió un decreto de penitencia general.
La costumbre de cubrirse con cilicio y sentarse sobre cenizas se empleaba en momentos de tristeza o tragedia (Ver 2 Samuel 3:31; Jeremías 6:26), de luto (Ester 4:1-3), de arrepentimiento (Nehemías 9:1; Job 42:6) y humillación (Daniel 9:3-5). El contraste, pues, con la ropa fina del rey era muy grande y evidente. Lo más importante del decreto real se halla al final del versículo 8. El arrepentimiento no sería únicamente una ceremonia externa como en Isaías 58:3-8 se condena, sino un cambio radical en la moral de la gente. Cada uno debía dejar su mal camino y dejar el uso de la violencia: Cúbranse de cilicio tanto hombres como animales y clamen a Dios fuertemente; y conviértase cada uno de su mal camino, de la rapiña que hay en sus manos. ¿Quién sabe si se volverá y se arrepentirá Dios, y se apartará del ardor de su ira, y no pereceremos? (3:8, 9)” El rey no sabía si Dios los iba a perdonar (V.9), pero confía que así será (Ver Jeremías 18:7-9).

El versículo 10 es de suma importancia porque nos enseña que Dios se complace en perdonar y que escucha la oración de arrepentimiento de cualquier persona y de cualquier pueblo. La misericordia de Dios se extiende a cada habitante de nuestro planeta. El Señor Jesucristo reconoció el cambio operado en los habitantes de Nínive cuando dijo: “·Los hombres de Nínive se levantarán en el juicio contra esta generación y la condenarán, porque ellos se arrepintieron ante la predicación de Jonás” (Lucas 11:32).-

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