jueves, 24 de abril de 2014

ESCUELA DOMINICAL

                                                LOS PROFETAS MENORES XXIII
                                                      MIQUEAS (II)
Cuando Dios creó el mundo hizo el día y la noche. En Miqueas 2:1 tenemos el relato de hombres que usaron la noche y el día de una manera perversa. Trazaron planes malévolos durante la noche y los llevaron a cabo en el día. La manera en la cual pasamos nuestras noches es un índice del carácter moral.

El pecado del pillaje, 2:1-5. La palabra Ay es una exclamación de desdicha o de lamentación, relacionada con la calamidad. La condición del pecador es digna de ser lamentada. Hay muchas manifestaciones del pecado y ninguna de ellas es atractiva. Traman el mal  que es algo pecaminoso y nocivo, comenzando en sus pensamientos y luego lo realizan cuando tienen el poder de hacerlo. Había gente en Israel que, en su avaricia, buscaba con prepotencia tomar la herencia de los que no se podían defender. Incluso andaban con orgullo (erguidos en el v. 3) por sus malos hechos. La heredad de cada tribu y familia era porción de Jehová  (Números 36:9) y por lo tanto no se podía canjear. El término familia en el v. 3 es interesante. La familia es la unidad básica de la sociedad (Génesis 12:3) y ahí tiene que empezar la bendición. El pueblo de Dios tiene que ser una familia y, como tal, vivir unida. El pecado de avaricia y pillaje destruye la familia y resulta en su mal.

 El pecado de petulancia, 2:6-11. El pueblo responde a la predicación de Miqueas con descaro e insolencia, no está dispuesto a escuchar al profeta. Incluso le dice: ¡No prediquéis! (v. 6). Le habían dicho algo parecido a Amós unos cuantos años antes, según Amós 7:13; también Ezequiel habló en contra de los falsos profetas (cap. 13); y algunos siglos después el apóstol Pablo habló del tiempo cuando “teniendo comezón de oír, amontonarán para sí maestros conforme a sus propias pasiones” (2 Timoteo 4:3). El pueblo tenía la idea expresada por Miqueas (2:7) de que Jehovah es poderoso y paciente. Sus obras no incluyen el juicio y la destrucción que acaba de mencionar. A esto responde Miqueas que Dios manifiesta el bien al recto solamente. Si Dios es recto, espera que su pueblo también lo sea. Dios es santo y justo, por lo tanto no puede aprobar ni mirar con agrado al que hace lo malo. Miqueas ahora comunica al pueblo las palabras de Dios (vv. 8–11). Su pecado manifestaba su condición espiritual. En primer lugar es un pueblo hostil que se hace enemigo de Dios al descuidar su palabra. El pueblo con su pecado había quitado el reposo de la tierra; la había contaminado. Dios es “Padre de los huérfanos y juez (defensor) de las viudas” (Salmo 68:5), quienes son indefensos. Es un gran pecado aprovecharse de su debilidad, echándoles de su herencia

La promesa de provisión, 2:12, 13. Aquí se introduce un tema importante en Miqueas. El remanente  (o resto) se menciona también en 4:7; 5:7, 8; y 7:18, y se refiere a los salvos en Israel.


Observación: Moreset, el pueblo de Miqueas estaba situado en una región llamada la Sefela. El nombre significa tierra baja y se refiere al área entre los montes de Judá y la llanura de Filistea. La Sefela no era estrictamente una llanura o una serie de montes; más bien consistía en varias colinas.

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