LA HUMANIDAD EN PECADO
Génesis
3:17: Aquí
encontramos el relato de la caída del hombre, y en consecuencia el origen del
pecado. Ahora, ¿Qué es pecado? La Biblia usa una variedad de término para
referirse al pecado. Mencionaremos los principales términos del Antiguo
Testamento y del Nuevo Testamento. El término más común del Antiguo Testamento
es JATATH (Éxodo 32:30) y su término afín JET (Salmo
51:9). Aparece varios cientos de veces y expresa la idea de ERRAR
EL BLANCO. PESHA (Proverbios 28:13), tiene el sentido de
rebeldía activa, una ofensa o transgresión de la voluntad de Dios. SHAGAH (Levítico
4:13), expresa la idea de extraviarse. AWON (1 Reyes
17:18), está relacionado con una forma verbal que significa torcer y se
refiere a la culpa que produce el pecado. La principal palabra para el pecado
en el Nuevo Testamento es HAMARTÍA; palabra que viene del griego y
significa ERRAR EL BLANCO; expresa la idea de fracaso, de culpa, y
las malas acciones concretas. ADIKÍA (1 Corintios 6:8),
expresa las ideas de maldad e injusticia. PARÁBASIS (Romanos
4:15), se refiere a quebrantar la ley. ANOMÍA (1 Juan
3:4), expresa la en forma similar el desorden y la violencia. ASEBÍA (Tito
2:12), refleja el fuerte sentido de impiedad, mientras que, PTAIO (Santiago
2:10), alude más a un traspiés de orden moral. El pecado es universal; “No
hay justo, ni aun uno” (Romanos 3:10). El pecado tiene un alcance
pleno y total; afecta a la totalidad del ser humano: La voluntad (Juan
8:34; Romanos 7:14-24; Efesios 2:1-3; 2 Pedro 2:19); La mente y
el entendimiento (Génesis 6:5; 1 Corintios 1:21; Efesios 4:1); Los
afectos y emociones (Romanos 1:24-27, 1 Timoteo 6:10; 2 Timoteo
3:4); pero, y principalmente, el pecado está dirigido en contra de Dios (Salmo
51:4; Romanos 8:7; Santiago 4:4). Al pecar el hombre, intenta afirmar su
independencia de Dios, y cuestiona la integridad del Creador y su amorosa
provisión, se niega a dar la devoción y la adoración que sólo corresponde al
Creador, y rinde homenaje al enemigo de Dios, así también a sus propias
ambiciones personales. Por causa del pecado, el ser humano sufrió las
consecuencias (Romanos 3:23; 6:23). En Adán
todos pecaron (Romanos 5:14-19), y están en rebeldía permanente con la
consecuente respuesta de Dios que es la muerte. El pecado tuvo sus efectos
sobre distintas áreas del ser humano. En relación a Dios: Somos indignos de
estar en su presencia (Génesis 3:23-24). La presencia de Dios se convierte
en un lugar de temor; la temible espada que cerraba el paso al Edén representa
la terrible verdad de que el pecado encuentra la resistencia y la oposición de
Dios; es decir, su ira santa. En comparación con la ira de Dios, todos los
demás temores y miedos humanos palidecen y se vuelven insignificantes. El
pecado nos vuelve incapaces de hacer la voluntad de Dios. Nuestra voluntad ha
perdido la libertad de adecuarse al propósito divino y se ha vuelto esclava del
pecado (Juan 8:34; Romanos 7:21…), por otra parte, somos inicuos
frente a la ley de Dios. Nuestra incapacidad de cumplir la voluntad de Dios
tiene la tremenda consecuencia adicional de que nos convertimos en objeto de la
maldición de Dios, al transgredir su santa ley y eso acarrea la culpa y la condenación
al infractor de la ley (Deuteronomio 27:26; Romanos 3:19…; 5:16…; Gálatas
3:10), además nos vuelve insensible a la Palabra de Dios. Dios nos habla
por medio de la creación, por medio de la ley moral, por medio de Israel en el
Antiguo Testamento, y sobre todo, por medio de su Palabra escrita y encarnada.
En definitiva, nuestro pecado nos pone en un estado de ignorancia de Dios,
incapaces de entender las cosas del Espíritu (1 Corintios 2:14), y por
último, el pecado pone al hombre en contra de sí mismo; vive en conflicto y
división interiores y siempre exclama: “veo otra ley en mis miembros que se
rebela contra la ley de mi mente…¡Miserable de mi! ¿Quién me librará? (Romanos
7:23). Hemos perdido la armonía con el orden natural y nuestra mayordomía
sobre la naturaleza conferida por Dios da lugar a un saqueo pecaminoso.
Perdimos totalmente el concepto de lo que es bueno y malo y malgastamos nuestro
tiempo en cosas vanas, ajenos de los santos propósitos de Dios, derrotados y
depravados y sin embargo, incapaces de olvidar lo que alguna vez estuvimos
destinados a ser.-