miércoles, 4 de diciembre de 2013

ESCUELA DOMINICAL (2)

                                        LOS PROFETAS MENORES
                                                    OSEAS  (II)
No es necesario que digamos cuánto hería al profeta la conducta vergonzosa de su esposa. ¿Cuánto mayor era el dolor que la conducta de Israel le causó a Dios? Los hijos que nacieron de este matrimonio servirían de señal al pueblo de las consecuencias y el castigo de parte del Señor por haberles dado la espalda e ido tras dioses ajenos, “Y ella no reconoció que yo le daba el trigo, el vino y el aceite, y que le multipliqué la plata y el oro que ofrecían a Baal” (V.8). En el capítulo 2, hasta el versículo 13, encontramos la declaración de parte de Dios respecto al juicio que iba a caer sobre Israel a causa de sus muchos pecados: Dios repudia a Israel. A partir del versículo 14 hasta el 23 se expresan las bendiciones de la restauración. Dios vuelve a llamar a Israel y lo lleva en un lugar apartado, lejos de sus vicios y tentaciones y le habla con el corazón, la seduce y luego se compromete con ella en un pacto matrimonial basado en el amor y en la gracia (Vv. 19-20) y la restituye en su sitial de pueblo escogido de Dios (V. 23). En el capítulo 3, por medio del Espíritu de Dios,  el profeta nos pinta en forma clara el cuadro completo de la historia nacional de Israel (Versículos  4-5). En este breve capítulo el Señor hace grandes revelaciones sobre sus planes relativos al pasado, presente y futuro de Israel, su nación escogida.

El capítulo 4 de Oseas introduce el resto del libro y contiene un resumen de los  mensajes del profeta. Este capítulo es para el libro de Oseas lo que el capítulo 1 del libro de Isaías es para esa profecía. Tanto en un caso como en el otro, encontramos la acusación de Dios contra su pueblo. De la misma forma que en un proceso judicial normal, se atrae nuestra atención mediante las palabras “¡Oíd palabra de Jehová!” (Véase Isaías 1:2). Luego viene la exposición detallada de los hechos, una acusación contra su pueblo. La tierra ha sido despojada de verdad, de bondad, y del conocimiento de Dios, y está llena de perjurios, mentiras, homicidios, robos, adulterio y derramamientos de sangre. Nótese cuántas violaciones de los diez mandamientos se le atribuyen aquí al pueblo. Por eso aun las bestias del campo, las aves de los cielos y los peces del mar han experimentado el disgusto de Dios. El pecado del hombre causa estragos incluso en la naturaleza. El ser humano tiene una gran capacidad para causar no sólo su propia ruina, sino también de los que le rodean. En este capítulo encontramos como los sacerdotes y los profetas habían dado ejemplos vergonzosos: eran borrachos, sensuales, rechazaban a Dios y sus demandas, practicaban una adoración formal y estaban desprovistos de espiritualidad. La sentencia del Juez es clara: “¡Destruiré a vuestra madre!” (V. 5);  es decir, a la nación misma. Los sacerdotes, que eran sus maestros, eran los principales transgresores, porque habían hecho que el pueblo de Dios se desviara. La acusación de Oseas en contra de los sacerdotes de su tiempo era extremadamente grave. Culpa a los sacerdotes de deleitarse en los pecados del pueblo y de tener su corazón puesto en la iniquidad del pueblo, por cuanto esto le producía ingresos por concepto de multas y ofrendas por el pecado. Al rechazar el conocimiento y la voluntad de Dios, ya no podían seguir desempeñando sus funciones sacerdotales; por lo tanto, la consecuencia de todo esto y la sentencia de Dios es determinante: “¡Mi pueblo fue destruido por falta de conocimiento!” (V. 6) y  “¡El pueblo sin entendimiento caerá!” (V.14).

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