LOS
PROFETAS MENORES
OSEAS (II)
No es necesario que digamos cuánto hería al profeta la
conducta vergonzosa de su esposa. ¿Cuánto mayor era el dolor que la conducta de
Israel le
causó a Dios?
Los hijos que nacieron de este matrimonio servirían de señal al pueblo de las
consecuencias y el castigo de parte del Señor por haberles dado la espalda e ido tras
dioses ajenos, “Y
ella no reconoció que yo le daba el trigo, el vino y el aceite, y que le
multipliqué la plata y el oro que ofrecían a Baal” (V.8). En el capítulo 2,
hasta el versículo 13, encontramos la declaración de parte de Dios respecto
al juicio que iba a caer sobre Israel a causa de sus muchos pecados: Dios
repudia a Israel.
A partir del versículo
14 hasta el 23 se expresan las bendiciones de la restauración. Dios
vuelve a llamar a Israel y lo lleva en un lugar apartado, lejos de sus
vicios y tentaciones y le habla con el corazón, la seduce y luego se compromete
con ella en un pacto matrimonial basado en el amor y en la gracia (Vv. 19-20)
y la restituye en su sitial de pueblo escogido de Dios (V. 23). En el capítulo 3,
por medio del Espíritu
de Dios, el profeta nos pinta
en forma clara el cuadro completo de la historia nacional de Israel
(Versículos 4-5). En este breve capítulo el Señor
hace grandes revelaciones sobre sus planes relativos al pasado, presente y
futuro de Israel,
su nación escogida.
El capítulo 4 de Oseas introduce el resto del
libro y contiene un resumen de los
mensajes del profeta. Este capítulo es para el libro de Oseas
lo que el capítulo
1 del libro de Isaías es para esa profecía. Tanto en un caso como en
el otro, encontramos la acusación de Dios contra su pueblo. De la misma forma que
en un proceso judicial normal, se atrae nuestra atención mediante las palabras
“¡Oíd
palabra de Jehová!” (Véase Isaías 1:2). Luego viene la exposición
detallada de los hechos, una acusación contra su pueblo. La tierra ha sido
despojada de verdad, de bondad, y del conocimiento de Dios, y está llena de perjurios,
mentiras, homicidios, robos, adulterio y derramamientos de sangre. Nótese
cuántas violaciones de los diez mandamientos se le atribuyen aquí al pueblo.
Por eso aun las bestias del campo, las aves de los cielos y los peces del mar
han experimentado el disgusto de Dios. El pecado del hombre causa estragos
incluso en la naturaleza. El ser humano tiene una gran capacidad para causar no
sólo su propia ruina, sino también de los que le rodean. En este capítulo
encontramos como los sacerdotes y los profetas habían dado ejemplos
vergonzosos: eran borrachos, sensuales, rechazaban a Dios y sus demandas, practicaban
una adoración formal y estaban desprovistos de espiritualidad. La sentencia del Juez
es clara: “¡Destruiré a vuestra madre!”
(V. 5); es decir, a la nación misma. Los sacerdotes,
que eran sus maestros, eran los principales transgresores, porque habían hecho
que el pueblo de
Dios se desviara. La acusación de Oseas en contra de los
sacerdotes de su tiempo era extremadamente grave. Culpa a los sacerdotes de
deleitarse en los pecados del pueblo y de tener su corazón puesto en la
iniquidad del pueblo, por cuanto esto le producía ingresos por concepto de
multas y ofrendas por el pecado. Al rechazar el conocimiento y la voluntad de Dios,
ya no podían seguir desempeñando sus funciones sacerdotales; por lo tanto, la
consecuencia de todo esto y la sentencia de Dios es determinante: “¡Mi pueblo fue
destruido por falta de conocimiento!” (V. 6) y “¡El pueblo sin entendimiento caerá!” (V.14).
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