miércoles, 4 de diciembre de 2013

ESCUELA DOMINICAL (3)

LOS PROFETAS MENORES
                                                               OSEAS (III)

Los capítulos 5 y 6 de la profecía de Oseas nos muestran de manera clara la destrucción y la ruina a que el pecado de rebelión ha llevado tanto a Efraín (El reino del norte) como a Judá (El reino del sur). Tan llena está la copa de iniquidad del pueblo de Dios que el siervo del Señor tiene que censurar, reprender y exhortar de distintas maneras. Con una triple exhortación de OIR, Oseas se dirige a los sacerdotes, al pueblo y a la corte real (5:1). Iban a ser juzgados ahora por ÉL a causa de su deslealtad y de su desobediencia a su verdad  y su voluntad. Se han entregado de lleno a su rebelión contra el Señor, que han cometido  toda clase de excesos (5:3-5).  Dios se aparta de ellos (5:6), permite que pueblos enemigos invadan su heredad hasta que se arrepientan y retornen a ÉL (5:15). El capítulo 6 empieza describiendo el tiempo y la forma en que Israel regresará en arrepentimiento a Dios. “Al tercer día” comenzará a latir nuevamente el corazón de la nación, y ellos vivirán delante de ÉL (Ver Ezequiel 37).Ahora, hemos estado observando un cuadro de las futuras bendiciones y la restauración de Israel; Oseas tuvo necesidad de fijar su atención también en la lamentable situación espiritual de su época. Dios ruega y pregunta tiernamente a Efraín y a Judá que más podría hacer por ellos (6:4), aparte de lo que ya ha hecho al bendecirlos y advertirles que vuelvan a su corazón. El pueblo había equivocado el camino para llegar a Dios. Ellos pensaban que haciendo sacrificios y penitencias conquistarían el corazón del Señor, y Dios les dice que ÉL se complace más en la piedad y el conocimiento de ÉL, que en los ritos externos (6:6).  Lo que Dios está pidiendo es algo más profundo que la mera rutina de acudir al templo en los días de servicio y llevar nuestras ofrendas, ÉL quiere nuestro corazón. En el capítulo 6 se registra el deseo de Dios de salvar a Israel de sus enfermedades espirituales; pero en el capítulo 7 se ve que cada vez que Dios hace un esfuerzo para sanarlos, el mismo queda frustrado una y otra vez, debido a los pecados del pueblo (7:1). Por más que estuvo buscando, Dios no pudo encontrar arrepentimiento en su pueblo “No hay entre ellos quien a mí clame” (7:7). A pesar de la terrible situación en que estaba inmersa la nación “No se volvieron a Jehová su Dios, ni lo buscaron con todo esto” (7:10). El clamor y el dolor del Señor por la rebeldía de su pueblo es lacerante: “se apartaron de mí…contra mí se rebelaron…hablaron mentiras contra mí” (7:13); “No clamaron a mí con su corazón…se rebelaron contra mí” (7:14); “Contra mí pensaron mal” (7:15). Hasta aquí, Oseas ha estado ha estado deplorando y denunciando el pecado del pueblo en todas sus formas. El capítulo 8 no es una excepción a su propósito, que es hacer volver a Israel, por todos los medios posibles del horrible abismo de destrucción hacia el cual corre tan precipitadamente. En este capítulo se hace hincapié en las constantes violaciones de los mandamientos de la ley de Dios. Este continuo mal proceder solo puede dar como resultado el devastador castigo de Dios (8:1). El resto del capítulo nos presenta un bosquejo, por medio de acusaciones específicas, de las cinco razones para el juicio venidero: (1) transgresión del pacto y violaciones de la ley de Dios, versículo 1; (2) el establecimiento de reyes y príncipes sin la dirección de Dios, versículo 4; (3) la idolatría, versículos 4, 5 y 6; (4) el pecado de acudir a Asiria en busca de ayuda, versículo 9, y (5) los altares idólatras y pecaminosos, versículo 11. Puede que el hombre considere poco importante el pacto y la ley de Dios; pero el Señor ve con gran disgusto toda infracción o violación de cualquiera de los dos; lo llama PECADO. Cuando el pueblo del Señor quebranta los mandamientos del Señor, lo que en realidad está haciendo es que “sembrar viento”, la consecuencia lógica es que “cosecharán tempestades” (8:7).-

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