martes, 12 de marzo de 2013

LOS DONES ESPIRITUALES (XIII) EL DON DE LA FE


                                                EL DON DE LA FE
El don de Fe mencionado por el apóstol Pablo en 1 Corintios 12:9, es más que fe salvadora. Nadie puede entrar en la vida cristiana sin ejercitar fe genuina “porque por gracia sois salvos por medio de la fe (Efesios 2:8). Continuar con la vida cristiana también requiere fe “porque por fe andamos, no por vista” (2 Corintios 5:7). Sin embargo, no todos los creyentes poseen la fe que mueve montañas. La inclusión de la fe que mueve montañas en la lista de los dones la distingue de la fe salvadora (1 Corintios 13:2).
El don de fe es una capacidad dada por el Espíritu Santo para ver algo que Dios quiere hacer y para sostenernos en confianza de que Dios lo hará sin considerar los obstáculos aparentemente insuperables. Esteban, lleno de fe, fue capaz de realizar milagros (Hechos 6:8). Un hombre ciego con el don de la fe, a quien el Señor le pide que le haga su petición nunca diría: “Por favor  señor, dame un bastón”; él pediría lo imposible: La vista.
Este don ve la voluntad de Dios cumplida a pesar de la resistencia natural. El poseedor de este don limitará su petición solamente a las cosas que Dios quiere. Su deseo corresponderá al deseo de Dios. Fe es la firme convicción de que Dios desea hacer algo notable; la fe piensa en grande, pero piensa en el tipo de grandeza que Dios quiere.
El don de la fe sugiere oración como la de Jesús cuando resucitó a Lázaro. Jesús agradeció al Padre de antemano como si la respuesta fuera un hecho realizado “Padre, gracias te doy por haberme oído. Yo sabía que siempre me oyes; pero lo dije por causa de esta multitud que está alrededor, para que crean que tú me has enviado” (Juan 11:41-42).
El don de la Fe está a menudo relacionado con el don de Gobierno, el cual permite la dirección adecuada a la visión de trabajos futuros. El don de fe no puede ser exigido, porque al igual que los otros dones es una dádiva de Dios, manifestada en la obra del Espíritu Santo; además, el don debe ser usado, no jactanciosamente, sino en amor, porque, aunque tenga fe para mover montañas, si no tengo amor, no me sirve de nada (1 Corintios 13:2).
Aún cuando no tengamos el don de la fe, se nos manda a tener fe. Varias veces nuestro Señor reprendió a sus discípulos por su poca fe (Mateo 6:30; 14:31). La fe debe ser ejercitado para que sea de edificación, de lo contrario hay que decir como los apóstoles “auméntanos la fe” (Lucas 17:5).
Para reflexionar: Mateo 8:5-10; 15:21-28.-

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