EL DON DE
MISERICORDIA
El don de mostrar misericordia es la capacidad dirigida por
el Espíritu Santo de manifestar en forma práctica, compasiva y alegremente el
amor hacia los miembros del cuerpo de Cristo que sufren. El verbo “mostrar misericordia” pueda traducirse
como “tener piedad”, o sea
compadecerse, mostrar amable favor. Todo aquel que tiene este don no se
endurece ante los sufrimientos de otros; sino más bien es movido a socorrer al
que padece, debe hacer algo al respecto. Este don implica algo más que un
sentimiento de piedad; mueve a la acción (Santiago 2:15-16). Siempre que Jesús fue movido a
compasión hizo algo al respecto. Durante toda su vida sobre la tierra demostró
su compasión. Su sacrificio en la cruz fue la evidencia suprema de esta piedad.
Hablar palabras de aliento y fortaleza en un hogar enfermo evidencia el don de
la exhortación; pero ir a la cocina a preparar una comida, manifiesta el don de
la misericordia. La verdadera misericordia exige más que palabras, el que
visita a la gente enferma y postrada debe irradiar la claridad del sol. El don,
bajo la guía del Espíritu Santo, es como un rayo de sol que penetra en el
cuarto del enfermo hasta llegar al corazón mismo del enfermo. A pesar de que
los creyentes deben extender la misericordia a los incrédulos, el propósito de
los dones es la edificación del cuerpo de Cristo. Debemos hacer el bien a todos
los hombres, pero en forma especial a los de la familia de la fe (Gálatas 6:10).
Ante todo este don debe ser ejercido hacia los santos que sufren. ¿En qué
difiere el don de ayudar del don de misericordia? El don de ayuda está dirigido
hacia obreros cristianos para liberarlos del servicio temporal/material de modo
que puedan concentrarse en su ministerio básico de la Palabra y la oración. El
don de misericordia está dirigido hacia el santo en desgracia, el necesitado,
el incapacitado, el retardado, el despreciado, el postrado, el hambriento.
Nuestras obras de misericordia pueden llegar a ser los más elocuentes testigos
ante el mundo exterior de nuestra fe en Cristo.
Debemos contribuir para cubrir las necesidades del pueblo de
Dios (Romanos
12:13; Hebreos 13:16). Los primeros creyentes mostraban misericordia
vendiendo sus tierras y casas para ayudar a los pobres que habían entre
ellos (Hechos 2:44-45); Dorcas era muy
amada en Jope; ella hacía limosnas o sea obras de misericordia (Hechos 9:36);
el recién convertido carcelero de Filipos mostró misericordia a los pocos
minutos de su conversión, lavó las heridas de las espaldas de Pablo y de Silas,
los llevó a su casa y les dio de comer (Hechos 16:33-34). Onesíforo es también un buen
ejemplo de misericordia (2 Timoteo 1:16-17); Onesíforo significa: “el que trae
ayuda” en términos más amplios “el que hace misericordia”. Dios se complace en
los que hacen misericordia “Misericordia
quiero y no sacrificios” (Mateo 9:13; 12:7); es por ello que entre los dones
del Espíritu Santo, la misericordia ocupa un lugar especial, pues al
ejercitarlo lo que uno hace es transmitir amor de Dios hacia los demás. “A Jehová presta el que da al pobre, y el
bien que ha hecho se lo volverá a pagar” (Proverbios 19:17). Repetidas veces
los corazones han sido suavizados por el amor de Cristo que los miembros
muestran el uno para el otro. El grado que este don puede alcanzar llevando
consuelo a los miembros sufrientes del cuerpo de Cristo, es virtualmente
ilimitado debido a las vastas, diversas y conmovedoras necesidades del pueblo
de Dios. Los hermanos necesitan mostrar un amor práctico y compasivo hacia los
otros miembros del cuerpo de Cristo (Lucas 6:36). Aquellos que tienen el don de mostrar
misericordia deberían estar especialmente atentos para dar expresión a este tan
necesitado ministerio. Para la
reflexión, la parábola del Buen Samaritano (Lucas 10:25-37).
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