LIBRO DE DANIEL (INTRODUCCIÓN).
Daniel nació por
el año 625 A.C. en un hogar de la
nobleza judía, es decir, fue de noble cuna. Creció influenciado por el gran
avivamiento religioso del rey Josías (2 Reyes 23:4-20; 2 Crónicas 34:3-7). En su
juventud fue llevado cautivo a Babilonia
en el año tercero del reinado de Joaquín,
en el año 606 A.C. Sabemos más de Daniel que lo que sabemos de cualquier
otro profeta. El nos da un relato personal de su vida desde el tiempo en que
fue llevado cautivo (1:1) hasta el año primero del rey Ciro, alrededor del año 563 A.C. (1:21; 9:2).La vida y el ministerio
de Daniel llenan todos los 70 años del cautiverio. Al principio
del libro Daniel es un muchacho de trece
a diecinueve años de edad, y al fin es un anciano de unos 95 años,
aproximadamente.
Haciendo un breve repaso histórico, podemos ver que los capítulos 1-6
se ubican en el período de reinado de los babilonios y los persas. En el año 612 A.C., Nabopolasar,
rey de Babilonia, aliado con los medos, destruyó Nínive que era la capital del imperio asirio. Así comenzó en el
medio oriente el imperio babilónico. Su hijo, Nabucodonosor, venció a los egipcios junto a Carquemis (605 A.C.).
Más tarde, una fuerza babilónica atacó Jerusalén,
y al volver a Babilonia, llevaron
consigo a los primeros prisioneros judíos entre los cuales se hallaba Daniel. Al fallecer Nabopolasar, Nabucodonosor asume el trono.
Daniel era un
varón de muy alta estimación en medio de los caldeos, y aún el Señor mismo se
refiere a él con estas palabras: “Daniel,
varón muy amado” (10:11).
Hay tres palabras
que caracterizan la vida de Daniel: Propósito,
Oración y Profecía.
1. Daniel era un hombre con propósitos bien definidos
(1:8; 6:10). Daniel determinó no contaminarse
con lo inmoral e inmundo, ni comprometerse con la idolatría.
2. Daniel era hombre de oración (2:17-23; 6:10; 9:3-19; 10:12).
3. Daniel era un hombre de profecía. La mayor
parte del libro tiene que ver con temas proféticos. Nuestro Señor lo llamó “El
profeta Daniel” (Mateo 24:15). Daniel nos provee
del esqueleto en la cual se agregan todas las demás profecías. La imagen del
sueño de Nabucodonosor (Capítulo 2), y las
bestias del (Capítulo 7), constituyen lo que
llamaríamos la columna de la profecía. Las setenta semanas son las costillas
que se ponen en su lugar.
Aunque los críticos impíos han tratado de desautorizar el
libro de Daniel como canónico, lo
cierto es que el mismo Señor Jesucristo
lo avaló y para nosotros, la palabra de Jesús
es más que suficiente aval para considerar el libro de Daniel como “inspirado por
Dios”. En su discurso profético del Monte
de los Olivos, Jesús citó a un
solo profeta, y ése fue Daniel (Mateo 24:15);
para los cristianos, es suficiente y está todo dicho. Veamos lo que nos enseña
este apasionante y descriptivo libro.-
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