LIBRO DE DANIEL (II)
Gracias a la fidelidad de los jóvenes, el Señor les dio conocimiento y
habilidad en toda clase de escritura y sabiduría (v. 17); y de esa manera, pudieron
discernir entre lo bueno y lo malo, entre la verdad y el error. Hay un contraste
entre los cuatro jóvenes y Daniel.
Aunque todos progresaron, Daniel,
ayudado de una manera especial por el Señor, pudo aprovechar mejor que los otros
el adiestramiento. Su entendimiento en toda clase de visiones y sueños, le
capacitó para el futuro servicio a Nabucodonosor,
a Belsasar y sobre
todo a Dios.
La palabra “Visión”
se usa como sinónimo del término “Revelación” (Ver Isaías 1:1). En Babilonia, la revelación verdadera no
era conocida por los magos y adivinos.
En el tiempo de Daniel
había grupos de personas que practicaban diferentes tipos de espiritismo. Había
magos (1:20), encantadores (2:2), caldeos
(2:2; 4:7),
sabios, (2:27), y adivinos (4:7). Babilonia
era un país en el cual se practicaban hechizos y encantamientos (Isaías 47:9-13).
Los babilonios pasaban mucho tiempo consultando a los espiritistas para aplacar
a los demonios, interpretar sueños, adivinar el futuro, buscar la protección
contra los espíritus inmundos, contra los hechizos y las brujerías. En el libro
de Daniel nos damos cuenta de que estos
sabios y adivinos no tenían el poder para decirle a Nabucodonosor
que había soñado y mucho menos interpretarlo. En el capítulo 47 de Isaías encontramos el
juicio sobre Babilonia sobre su
hechicería.
El plazo de tres años había concluido (V. 18) y con esto llegaba la
oportunidad para los jóvenes de demostrar lo que Dios había hecho. Daniel y sus amigos, junto con otros
jóvenes, fueron llevados delante del rey. En el examen se notó una diferencia.
De entre todos, se destacaron Daniel y
sus tres compañeros tanto en apariencia física como en capacidad mental. Aunque no se
mencionan los asuntos tratados en aquél examen personal, es fácil suponer que
el rey estaba interesado en saber la capacidad de aquellos jóvenes en
comunicarse en los distintos idiomas del Oriente
Medio, sus conocimientos de la cultura y la religión de los babilonios,
pero sobre todo, la habilidad de desenvolverse en situaciones difíciles. El
resultado de aquella prueba, cualquiera que fuese su naturaleza, es que Daniel y sus compañeros se destacaron por
encima de todos los demás, y, consecuentemente, fueron seleccionados para
servir en el palacio real.
El rey, por su examen personal, seleccionó para atenderlo a él a
los mismos individuos que la Providencia de Dios ya había distinguido con
dones especiales. Nótese que se les designa con sus nombres hebreos, no
babilónicos, y la razón es que, los datos contenidos en el libro fueron
preservados por Israel, no por archivos babilónicos.
Después que los jóvenes experimentaran la fidelidad de Dios en
su adiestramiento, el servicio al rey les ofreció una oportunidad aún más
grande para glorificarlo. La Sabiduría (V. 20) se refiere al conocimiento
objetivo, o ciencia, y El Entendimiento (V. 20) quiere decir poderes de
discernimiento y perspicacia que permiten a la mente humana hacer las
distinciones más acertadas, llegando así a una certeza del conocimiento. En
comparación con los magos y encantadores (V. 20) babilónicos, Daniel,
Ananías, Misael y Azarías fueron encontrados diez veces mejores.
Los magos conocían de las artes ocultas en general; sin embargo, el conocimiento
dado por Dios era y es infinitamente superior.
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