sábado, 26 de enero de 2013

LOS DONES ESPIRITUALES (VI) EL DON DEL EVANGELISMO


                                        El don de evangelismo
Aunque el Señor dio mandamiento a todos los creyentes de predicar el evangelio, sin embargo, a algunos les dio el DON de evangelizar. El don del evangelismo es una capacidad especial para comunicar el mensaje del evangelio; es el don de proclamar las buenas nuevas de salvación en forma efectiva, de modo que la gente responda a las exhortaciones de Cristo y se conviertan en sus discípulos. El don del evangelismo requiere palabras; en algún momento se tendrá que dar una explicación de cómo puede un pecador llegar a tener buenas relaciones con Dios. El anuncio de las buenas nuevas de Cristo, su muerte redentora y su resurrección, tendrá que hacerse verbalmente. El evangelismo es uno de los dones que se ejercita hablando. La palabra Evangelio viene de dos palabras griegas que significan Buen Anuncio o Buenas Nuevas. Pero, ¿Qué buenas nuevas? Que el Señor Jesucristo, verdadero Dios y verdadero Hombre, murió por mis pecados en la cruz hace como 2.000 años; que fue sepultado y resucitó en el tercer día; que Dios el Padre aceptó el sacrificio de su Hijo como un pago completo y satisfactorio por mi culpa; que si por la fe yo recibo a Cristo como mi salvador personal, soy declarado justo por Dios, no por méritos propios, sino por los méritos de la sangre derramada por Cristo. Ya no quedo expuesto al castigo contemplado en la ley quebrantada, y se me otorga la calidad completa de hijo en la familia de Dios. A medida que comprendo más de las implicaciones del evangelio, me regocijo de que el pasado me haya sido perdonado, de que se me dé fortaleza para el presente (por el ministerio de la obra regeneradora del Espíritu Santo), y de una esperanza viva para el futuro. Esto ciertamente es una buena noticia, esto es el evangelio. Aunque el don evangelístico debe distinguirse del don de la enseñanza, el verdadero evangelismo debe incluir enseñanza. El don del evangelismo incluye, además, la proclamación de las buenas nuevas en forma efectiva, a fin de que la gente responda al llamado de Cristo. El evangelista debe guiar al inconverso de forma suave a través de la línea de decisión, tienen que tomar una decisión en pro o en contra. El don le da al evangelio una gracia especial, tanto que la gente acepte la gracia de la salvación. El don del evangelismo da a la proclamación de las buenas nuevas un sabor de vida para vida o de muerte para muerte (2 Corintios 2:15-16). La verdadera capacidad de evangelización no se detiene en la conversión, sino que desea ver que el convertido tenga un crecimiento continuo en la comunión de la iglesia. Donde existen iglesias, el evangelista no necesita iniciar una nueva obra, sino que hará que los convertidos se establezcan dentro de esa congregación. Por otra parte, el evangelista debe vivir el evangelio, debe tener un buen testimonio de vida, que viva la fe que profesa para convencer al inconverso de que vale la pena depositar su confianza en Cristo. Es difícil convencer a una persona que uno desea que él sea parte de una vida de santidad en Cristo si no se está viviendo como un santo. El mejor lugar para ejercer el don de evangelismo es el mundo, no la iglesia (Mateo 28:19). El que tiene el don del evangelismo sufre cuando no está ganado almas para el reino de Dios; dice al igual que el apóstol Pablo: “¡Ay de mi si no anunciare el evangelio!” (1 Corintios 9:16). El don no está restringido al Pastor. Felipe, la única persona llamada evangelista en la Biblia, era un diácono (Hechos 6:5; 8:5-40; 21:8), y los que extendieron el evangelio en todo el mundo conocido de entonces fueron los hermanos laicos (Hechos 8:1). Fue el mismo Señor Jesucristo quien constituyó a algunos como evangelistas (Efesios 4:11) y bajo la dirección del Espíritu Santo el creyente que lo posee lo administra para la extensión del reino de Dios. El don del evangelismo da al que lo posee una habilidad especial para presentar las buenas nuevas con claridad; confronta a la gente en forma tan efectiva con lo que es Cristo  y con lo que hizo en la cruz, que muchas personas llegan a clamar de la misma manera que el carcelero de Filipos: ¿Qué debo hacer para ser salvo? (Hechos 16:31) Eso es ejercitar el don del evangelismo.-

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