miércoles, 19 de septiembre de 2012

Pies guardados




”El guarda los pies de sus santos ” (1 S. 2:9).
Cualquier camino tiene sus dificultades. El nuestro, el de cada día, también las tiene. No siempre es un camino llano que puede se transitado con comodidad. En ocasiones se hace empinado, otras estrecho, a veces discurre bajo el sol, pero también puede ser un camino azotado por la tormenta y golpeado por el vendaval. Es más, muchas veces la oscuridad lo rodea y nos sentimos desorientados; las dudas sobre por donde debemos ir, asaltan nuestra mente. Además hay en él tramos resbaladizos y sentimos que en cualquier momento podemos caer. Nuestros pies son débiles, pero el Señor guarda nuestros pies.

Dios los guarda de caídas. 
Su propósito es presentarnos un día delante de su gloria con gran alegría (Jud. 15). Ha determinado que nuestro vestido sea blanco y sin mancha, de modo que nos sostendrá para que no caigamos y manchemos el vestido del testimonio y el glorioso adorno de la salvación. Cuando sintamos que nuestros pies resbalan, sentiremos también su mano sujetando la nuestra. Él nos ha tomado de la mano derecha (Sal. 73:23), literalmente dice trabaste mi mano derecha. Cuando Dios cierra su mano sujetando la mía, en modo alguno podré caer.

Dios guarda nuestros pies de perderse.
 Cuando la oscuridad caiga sobre el camino, se hará luz delante de nosotros. Cuando las encrucijadas aparezcan, señalará el rumbo correcto. No permitirá que nuestros pasos se desvíen porque Él mismo nos está guiando por sendas de justicia por amor de su nombre (Sal. 23:2). Guía nuestros pasos según su consejo (Sal. 73:24). Siempre será el mejor camino para mí, aunque tenga que pasar por el calor del fuego de la prueba o por el frío riguroso de la aflicción. Aún así, está su promesa: Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo; y si por los ríos, no te anegarán. Cuando pases por el fuego, no te quemarás, ni la llama arderá en ti” (Is. 43:2).

Dios guardará nuestros pies del cansancio.
 No habrá entonces posibilidad de que no alcancemos la meta eterna puesta delante de nosotros. Es posible que mi fe mengüe y casi se extinga, pero basta con que clame: ¡Señor, auméntame la fe! Para que los recursos de su gracia vengan al auxilio de mi necesidad. Cuando nuestros pasos se hagan vacilantes, nos dará los recursos de Su poder. Él da esfuerzo al cansando, y multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas (Is. 40:29). Si, tengamos confianza, Él nos ayudará hasta el fin de la carrera.
Pero, además guardará nuestros pies siempre. Su compromiso es firme: “No dará tu pie al resbaladero, ni se dormirá el que te guarda” (Sal. 121:3). Día y noche, en calma o en tormenta, estará siempre guardando los pies de sus santos. ¡Que enorme bendición! ¡Que completa certeza! Él sacará nuestros pies de la red que tiendan contra nosotros. Nuestros enemigos no podrán impedir que hagamos el camino que tenemos por delante. Recobremos el ánimo. Nuestro Dios hace honor a Su palabra y cumple siempre todas sus promesas. Con esta seguridad corramos sin cansancio y caminemos sin temor, porque Él guarda los pies de sus santos.
Escrito por:   Pastor Samuel Pérez Millos de BBN

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