martes, 4 de septiembre de 2012

La noche y la mañana




“El llanto puede durar toda la noche, pero a la mañana vendrá el grito de alegría” (Sal. 30:5b. BA).
¿Tienes la experiencia de una mala noche? Cuando hay alguna dificultad y el sueño huye, las horas se hacen interminables. Esta era la situación del salmista.
Algún grave problema afectó su vida y le hizo clamar a Dios, que le sanó y renovó su vida (vv. 2-3). Así expresa su recuerdo en el versículo mediante contrastes: ira… favor; momento… toda la vida; noche… mañana; lloro… alegría. Será bueno considerar dos elementos del versículo: una noche de lloro y una mañana de alegría.
El llanto puede durar toda la noche. Aunque se hace intenso, siempre es corto de duración. El conflicto podrá extenderse toda la noche, pero no más. Las tormentas son siempre de corta duración comparadas con los días de calma. En nuestra vida podemos generalmente contar más días de salud que de enfermedad, de bonanza más que de pruebas. Siempre solemos traer a la memoria los días malos y las horas amargas, mientras olvidamos los años de favores divinos. Las lágrimas duran un momento, pero el favor de Dios toda la vida. En la noche de tinieblas, Dios sigue siendo nuestra luz. Acaso en ella podrán acumularse una nube tras otra, de manera que ni siquiera la luz de las estrellas logre llegar hasta nosotros, pero aunque la oscuridad sea tanta que no consiga ver mi propia mano, siempre podré ver la del Señor cercándome con Su misericordia. El llanto es sólo la visita que viene por una noche, pero se irá cuando llega la mañana.
A la mañana vendrá el grito de alegría. El huésped del llanto se alejará
definitivamente y cuando esto suceda la alegría ocupará su lugar. El que dijo sea la luz y fue hecha, con su misma palabra abrirá la mañana luminosa en nuestra vida. Ya viene el alba y resplandecerá la luz abriendo un día nuevo. La noche de tormenta que sacudió los cimientos de nuestra casa termina, para instalarse definitivamente la alegría en un día nuevo. Nota el contraste: El llanto dura sólo una noche, pero no se dice lo mismo de la alegría que viene con la mañana para quedarse con nosotros. Dios va a cambiar la noche invernal en un día de primavera, los suspiros serán transformados en gritos de júbilo, el silencio en cánticos y el desierto en un vergel.
Podremos acostarnos rodeados de angustia, pero abriremos los ojos a la luz de un nuevo día, lleno de paz. Y si la noche de tristeza se prolonga a lo largo de toda nuestra vida, podemos mirar hacia el alba cuando el sol de justicia nacerá para nosotros trayendo “en sus alas salvación” (Mal. 4:2). Está ya de camino y llegará a su tiempo. Dios nos salvará del sufrimiento, de la calumnia y del apuro. Tal vez no veamos aún la tenue luz que anuncia la mañana, pero estemos contentos con esperar el tiempo de Dios, porque no tenemos duda de su amor y fidelidad. El hará desaparecer la noche, antes de mucho, y entonces prorrumpiremos en gritos de júbilo.
Podemos decirle ahora: "Señor, estoy en tinieblas, pero se que Tú eres mi luz. Haz resplandecer hoy tu rostro sobre mi, mientras espero la gloriosa mañana que me prometes".

Escrito por:   Pastor Samuel Pérez Millos- BBN

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