LIBRO DE DANIEL XVIII
Daniel expresa de manera enfática cómo el pueblo de Israel ha desafiado a Dios. ``Hemos pecado´´, expresa el grado de rebeldía a que había llegado la
nación israelita ‘No hemos obedecido a tus siervos los profetas´´. El profeta hablaba en nombre de Dios, de manera que, desobedecer al
profeta significaba desobedecer a Dios. El pueblo de Dios había ``fallado el
blanco´´, por esa
causa vino el castigo. En su acto de confesión Daniel contrasta la justicia de Dios con la confusión o vergüenza existente en la nación a
raíz del castigo divino. Debe notarse que Daniel está hablando de: 1. Todo hombre de Judá; 2. Los moradores de Jerusalén; 3. Todo
Israel, tanto los de cerca como los de lejos. Estas expresiones no dejan lugar a duda de que Daniel está hablando de su propio pueblo. La
situación ha sido planteada. Israel ha pecado contra Jehová de manera colectiva. La culpabilidad ha sido demostrada. Por setenta años la ciudad de Jerusalén y toda la tierra de Israel habían sido testigos del cumplimiento del juicio divino. Ahora Daniel apela a la misericordia de Dios para obtener el perdón. La única
esperanza para el pueblo es acudir a la gracia divina. El profeta suplica a Dios que aparte su ira de Jerusalén, a la que llama: 1. ``tu ciudad, Jerusalén´´; y 2. ``tu santo monte´´ para que ya no sean la burla de los
pueblos <<vv.15-16>>
Daniel 9:17-19. La intensidad de la oración del profeta alcanza su
punto más alto en estos tres versículos finales. Daniel ha estado intercediendo por el pueblo, el santuario, la ciudad de Jerusalén, en fin, por todo aquello que estaba muy cerca de
su propio corazón. Daniel ora con fervor y eficacia <<Santiago 5:16>>. Debe observarse que Daniel no apela a su justicia personal ni a
la de ningún otro israelita, sino a
``las muchas misericordias de Dios´´. Específicamente pide lo siguiente: 1. Oye la oración de tu siervo; 2. Haz que tu rostro resplandezca sobre tu santuario
asolado; 3. Abre tus ojos y mira nuestras
desolaciones; y 4. Perdona. Se nota el profundo e intenso deseo
de Daniel
de que la cautividad
de su pueblo llegue a su fin.
Daniel 9:20-22. El Señor respondió a Daniel mediante la revelación de una de las más grandes
profecías de toda la Biblia. La revelación le es dada a Daniel por medio de Gabriel, el ángel mensajero del Señor. La
sabiduría y entendimiento que Gabriel le proporciona a Daniel tiene que ver con el deseo del
profeta de saber el plan de Dios tocante a Jerusalén, el santuario y el pueblo de Israel. El señor le concede saber eso y aún
lo concerniente a los tiempos finales de la raza humana.
Daniel 9:24-27. Las setenta semanas corresponden a un período de 490 años. Sesenta y nueve de esas semanas se cumplieron en la
semana de la crucifixión de Cristo. La última
semana, la número setenta, aguarda su cumplimiento en el futuro cuando aparezca el
anticristo, venga la gran tribulación, culminando con la Segunda Venida de Cristo para instalar su reinado de gloria. La profecía de las setenta semanas
fue dada a Daniel el primer año de Darío, es decir, el año 538 a. C. ``Al principio de tus ruegos fue dada la
orden, y yo he venido para enseñártela, porque tú eres muy amado. Entiende,
pues, la orden y entiende la visión´´ <<v. 23>>.
Daniel
ha sido el escogido
por Dios
para comunicarnos su
plan para su pueblo y para el mundo entero. Ahora pasemos a considerar esta
profecía asombrosa que es conocida como las Setenta Semanas de Daniel.-
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