domingo, 7 de julio de 2013

ESCUELA DOMINICAL


                                                   LIBRO DE DANIEL  XVIII
Daniel expresa de manera enfática cómo el pueblo de Israel ha desafiado a Dios. ``Hemos pecado´´, expresa el grado de rebeldía a que había llegado la nación israelita ‘No hemos obedecido a tus siervos los profetas´´. El profeta hablaba en nombre de Dios, de manera que, desobedecer al profeta significaba desobedecer a Dios. El pueblo de Dios había ``fallado el blanco´´, por esa causa vino el castigo. En su acto de confesión Daniel contrasta la justicia de Dios con la confusión o vergüenza existente en la nación a raíz del castigo divino. Debe notarse que Daniel está hablando de: 1. Todo hombre de Judá; 2. Los moradores de Jerusalén; 3. Todo Israel, tanto los de cerca como los de lejos. Estas expresiones no dejan lugar a duda de que Daniel está hablando de su propio pueblo. La situación ha sido planteada. Israel ha pecado contra Jehová de manera colectiva. La culpabilidad ha sido demostrada. Por setenta años la ciudad de Jerusalén y toda la tierra de Israel habían sido testigos del cumplimiento del juicio divino. Ahora Daniel apela a la misericordia de Dios para obtener el perdón. La única esperanza para el pueblo es acudir a la gracia divina. El profeta suplica a Dios que aparte su ira de Jerusalén, a la que llama: 1. ``tu ciudad, Jerusalén´´; y 2. ``tu santo monte´´ para que ya no sean la burla de los pueblos <<vv.15-16>>
Daniel 9:17-19. La intensidad de la oración del profeta alcanza su punto más alto en estos tres versículos finales. Daniel ha estado intercediendo por el pueblo, el santuario, la ciudad de Jerusalén, en fin, por todo aquello que estaba muy cerca de su propio corazón. Daniel ora con fervor y eficacia <<Santiago 5:16>>. Debe observarse que Daniel no apela a su justicia personal ni a la de ningún otro israelita, sino  a ``las muchas misericordias de Dios´´. Específicamente pide lo siguiente: 1. Oye la oración de tu siervo; 2. Haz que tu rostro resplandezca sobre tu santuario asolado; 3. Abre tus ojos y mira nuestras desolaciones; y 4. Perdona. Se nota el profundo e intenso deseo de Daniel de que la cautividad de su pueblo llegue a su fin.
Daniel 9:20-22. El Señor respondió a Daniel mediante la revelación de una de las más grandes profecías de toda la Biblia. La revelación le es dada a Daniel por medio de Gabriel, el ángel mensajero del Señor. La sabiduría y entendimiento que Gabriel le proporciona a Daniel tiene que ver con el deseo  del profeta de saber el plan de Dios tocante a Jerusalén, el santuario y el pueblo de Israel. El señor le concede saber eso y aún lo concerniente a los tiempos finales de la raza humana.
Daniel 9:24-27. Las setenta semanas corresponden a un período de 490 años. Sesenta y nueve de esas semanas se cumplieron en la semana de la crucifixión de Cristo. La última semana, la número setenta, aguarda su cumplimiento en el futuro cuando aparezca el anticristo, venga la gran tribulación, culminando con la Segunda Venida de Cristo para instalar su reinado de gloria. La profecía de las setenta semanas fue dada a Daniel el primer año de Darío, es decir, el año 538 a. C. ``Al principio de tus ruegos fue dada la orden, y yo he venido para enseñártela, porque tú eres muy amado. Entiende, pues, la orden y entiende la visión´´ <<v. 23>>. Daniel ha sido el escogido por Dios para comunicarnos su plan para su pueblo y para el mundo entero. Ahora pasemos a considerar esta profecía asombrosa que es conocida como las Setenta Semanas de Daniel.-


No hay comentarios:

Publicar un comentario