LOS PROFETAS MENORES
AMÓS
Capítulo 8
Vv. 1-3. El Señor le muestra al profeta
un canastillo de frutas maduras, muy pasadas de punto que ya no resulta sano
comérselas y con ello le ilustra la situación del pueblo de Israel.
Habían llegado al colmo; el Señor proclama “Ha venido el fin sobre mi pueblo Israel; no
lo toleraré más”. Habrá muchos muertos que serán sepultados en el
silencio y en el anonimato y los que cantan alegremente en el templo empezarán
a gemir a causa de la tragedia.
Vv.4-10. El profeta ataca el fraude en el
comercio: empleaban medidas más chicas que las del tamaño oficial y utilizaban
balanzas falsas. Todo esto se hacía en los comercios sin pensar en los pobres
que compraban con sacrificio estos artículos básicos para la comida diaria.
Entre los países del Medio Oriente
antiguo solamente los hebreos tenían leyes que prohibían el uso de medidas
fraudulentas (Levítico
29:35-36; Deuteronomio 25:13-16). Se entiende que un pueblo
consagrado a Dios no debe hacer semejante
injusticia a su prójimo, a quien debe amar porque Dios lo manda (Levítico 19;
13-18). Estos versículos demuestran que había un plan premeditado
para acabar con los pequeños agricultores y pobres obreros endeudándoles hasta
que perdieran sus tierras, sus casas y su independencia, hasta que no les
quedara más remedio que venderse a sí mismos o a sus hijos como esclavos (Levítico
25:30-40). Esto no podía quedar impune y Dios lo llevaba muy en cuenta. El Señor
no paga cada fin de semana pero sí paga y su paga es justa. Amós
dice que
Dios ha jurado por sí mismo, (”El orgullo de Jacob”) que no va a pasar por
alto los pecados de esta gente que estaba plenamente consciente de lo que
hacía.
Amós ya no habla solamente de un ejército
humano que va a invadir sus territorios; también habla de un terremoto de
grandes proporciones desconocidas hasta entonces “¿No se estremecerá la tierra sobre esto?”.La
tierra se va a mover como un río agitado por grandes cascadas. Es más, todo
será acompañado por un eclipse de sol. Según los científicos hubo un eclipse
parcial de sol, visible en Israel el 15 de junio del 763 a.C. y otro eclipse total el 9 de febrero del 784 a.C.
Vv.11-14. En estos versículos podemos
notar la capacidad oratoria del profeta. Según él, el hambre más grande no se
satisface con carne y pan. Esa gente tenía todo; no había lujos del Medio Oriente que ellos no pudieran
comprar. Pero en su corazón había un espacio tan grande que no se llenaba
nunca. Según el profeta, llegarían al
punto de desear escuchar una Palabra genuina que provenga de Dios.
Sus profetas y sacerdotes falsos siempre les decían lo que más les agradaba,
pero no era la Palabra
de Dios. El Señor habla muy duro a veces, pero hay algo
que oír la dureza de la Palabra de Dios y es; ¡No
oír nada de Él! Esta gente se estaba quedando sola; no sabían qué
hacer ni qué dirección tomar y no había ninguna Palabra de Dios para orientarlos. Esta nación, distinta a las
demás, se fundó sobre la Palabra del
Señor. Dios
les había ordenado todo: lo que habían de comer, cómo debían
vestirse, los animales que habían de domesticar, cómo debían vivir, cómo debían
tratar as sus ancianos, a los enfermos, y a los extranjeros. ¡Y ahora nada!
Dios
les había retirado su consejo, su enseñanza, su Palabra, dejándolos a su suerte,
sin una palabra de orientación. Amasias el sacerdote de Bet-El le había
prohibido al profeta Amós predicar la Palabra de Dios en Samaria y
Bet-El; y, tristemente, eso fue lo que pasó. ¡¡Dios dejó de hablarles!!
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