martes, 30 de abril de 2013

ESCUELA DOMINICAL


                                                     LIBRO DE DANIEL (VIII)
A partir de ahora se cambia la figura la figura del árbol a la del hombre (v.16). Nabucodonosor no viviría a partir del tiempo señalado por Dios como hombre sino como un animal irracional hasta que reconozca el señorío del Altísimo (v.17).
La interpretación del sueño: 4:19-27. Daniel quedó pasmado, perplejo; enmudeció ante la gravedad del juicio divino sobre el rey; Daniel en este tiempo era el Primer Ministro y existía, de hecho, un vínculo muy cercano con Nabucodonosor. Él quiso evitar la necesidad de dar a conocer al rey el alcance del juicio de Dios. Al final, ante la insistencia del rey, Daniel dio al rey la interpretación, pero antes manifestó lo que había en su corazón “Señor mío, el sueño sea para tus enemigos, y su interpretación para los que mal te quieren” (v.19).
Comenzando con la descripción del crecimiento, la vistosidad y la dependencia de toda criatura respecto al árbol, interpretó fielmente el sueño: Le dijo que el árbol “Eres tú mismo, oh rey” (v.22); de esa manera identificó a Nabucodonosor con el árbol. Como hombre y como rey, Nabucodonosor sufría de la vanidad, el orgullo, la impiedad y la soberbia.
El juicio mismo era a causa de su orgullo “Hasta que pasen sobre él siete tiempos” (v. 23), literalmente “siete sietes”. Este juicio provenía de Dios mismo (v. 24) y se declara con firmeza la resolución del mismo “A ti te echarán” (V. 25), y declara el alcance del mismo “Junto con los animales del campo estará tu morada. Te darán a comer hierba, como a los bueyes, y serás mojado con el rocío del cielo”. Daniel pintó el cuadro de una caída muy desagradable para uno que había subido a lo más alto: Iba a vivir como una bestia entre los animales del campo. (En el campo de la siquiatría y la psicología se conoce esta forma de comportamiento como Licantropía, un tipo de delirio en que la persona afectada cree estar convertida en un lobo e intenta comportarse como tal. Como el juicio establecía que él iba a ser alimentado como los bueyes, lo más acertado es definirlo como Zoantropía, o sea, el comportarse como un animal, sin especificar qué clase de animal). Pasarían sobre el rey siete períodos de tiempo hasta que él reconozca que el señorío pertenece a Dios (v. 26).  Si Nabucodonosor reconocía el señorío de Dios a las siete semanas, entonces el juicio divino se detendría; así también si lo hacía a los siete meses, pero su orgullo era muy grande que le llevó siete años el reconocerlo. Dios se encargó de que el imperio continuara sin cambios durante su ausencia del trono.
En este punto, Daniel empieza a predicarle al rey sobre la necesidad de un cambio (conversión), de romper con su vida de pecado, sus malos hábitos y con sus iniquidades con la práctica de la justicia (v. 27). El problema que tenía Nabucodonosor era que no conocía personalmente a Dios, y el hecho de que, aunque conocía al Dios de los Judíos, él seguía siendo un idólatra. El consejo que Daniel le dio era que al entrar en una relación correcta con Dios cambiaria su vida totalmente y reflejaría la naturaleza misma de Dios.
Antes de la caída viene la altivez: 4:28-33. Pasaron doce meses y todo estaba normal, nada había ocurrido. Nabucodonosor Miraba la ciudad y dijo: “¿No es ésta la gran Babilonia que yo edifiqué…con la fuerza de mi poder y para gloria de mi majestad?” (V.30). Babilonia era muy hermosa con sus 17 templos y los famosos jardines colgantes, una de las maravillas del mundo, que había construido Nabopolasar su padre. Cuando pronunciaba dichas palabras”descendió una voz del cielo” (v.31), “y en la misma hora se cumplió la palabra acerca de Nabucodonosor” (v.33). Inmediatamente, el que había sido tan soberbio cayó en un estado tal que pensaba que era una bestia “su pelo creció como plumas de águilas y sus uñas como las aves”.
La recuperación: 4:34-37. Al fin del tiempo decretado por Dios, Nabucodonosor  alzó sus ojos y reconoció la soberanía de Dios, al instante recuperó el uso de la razón y empezó a glorificar al único Dios verdadero. Recibió un buen baño de humildad y reconoció que es la voluntad de Dios la que prevalece. El fue restaurado por completo en el reino, con todos los honores correspondientes y dejó un testimonio de conversión personal “Ahora yo, Nabucodonosor, alabo, exalto  y glorifico al Rey de los cielos  (v.37). Un excelente testimonio de orgullo, de soberbia, de castigo y de humillación del que podríamos aprender…y mucho!!

No hay comentarios:

Publicar un comentario