LIBRO DE DANIEL (VII)
Nabucodonosor, turbado por el poder absoluto sobre su
inmenso imperio, se engañó a sí mismo pensando que él era un dios. El orgullo y
la vanidad de los hombres poderosos tienen que ser humillados por Dios.
Nabucodonosor nos cuenta en este capítulo 4 un testimonio personal de
engrandecimiento y humillación. V.1-3; Vemos en estos versículos El saludo (v.1), El
motivo (v.2), y La aceptación
del poder de Dios (v.3).
Un mensaje perturbador: Vv. 4-9. El pasaje se divide en tres
partes. 1.) La perplejidad del rey (vv. 4-6); 2.) La
incompetencia de los expertos (v. 7) y 3.) El renombre y fama de Daniel (vv. 8-9).
El rey estaba disfrutando de tranquilidad y prosperidad cuando, de pronto, vino
algo de parte de Dios que lo perturbó. Lo que inquietó a Nabucodonosor era un
sueño que no podía comprender, y esto lo impulsó a buscar ayuda primeramente en
los sabios de Babilonia, que eran expertos profesionales en la cuestión de
sueños. No se da la razón del porqué no llamó primero a Daniel que era el jefe de los magos (v. 9). Los expertos fallaron en
interpretar el sueño porque usaron la sabiduría del mundo, y Dios deseaba
exaltar Su Palabra. Hasta que al
final entró…Daniel (v. 8).
El rey pagano reconoció que Daniel tenía algo que los demás no tenían, era uno
“en quien mora el espíritu de los dioses santos”
(v. 9)
o dicho de otra manera uno “en quien hay espíritu del santo de Dios”.
Nabucodonosor reconocía que el Dios de Daniel era diferente a los demás dioses.
El sueño del rey: Vv. 10-18 Aunque lo deseó, Nabucodonosor, engrandecido
por su poderío, jamás sería divino y señor del universo. En este pasaje se
enseña que sólo Dios es Señor y Soberano.
Un crecimiento universal: vv. 10-12. El rey relató a Daniel “las
visiones de su cabeza”. Lo que vio fue un árbol en
medio de la tierra (Ezequiel 31:1-14). A veces un árbol representa
hombres (Salmos
1:3; 37:35; Jeremías 17:8; Ezequiel 17:3-24); aquí es un símbolo del
reino y el poderío de Nabucodonosor, una amenaza mundial. El árbol era muy
extenso en grandeza, cuya altura era grande…llegaba
hasta el cielo (vv.10-11), era muy fuerte en poder, crecía y se hacía fuerte (v. 11) y
era visible en todo el mundo, era visible
hasta los confines de la tierra (v. 11). El árbol creaba una
dependencia de todas las personas. Todos tomaban sustento de él (v. 12).
Con la abundancia de su follaje y de sus frutos proveía comida y protección a
todos.
Una sentencia divina: Vv. 13-17.
El reinado de Nabucodonosor estaba pasando por su mejor momento “Yo Nabucodonosor estaba tranquilo en mi casa, y floreciente
en mi palacio” (v. 4). Paradójicamente, cuando mayor era la
prosperidad de su reino y resplandeciente la gloria que había alcanzado es que
Dios (El Soberano) le muestra
el final de su majestad. Dios interviene por medio de un mensajero: “he aquí que un vigilante y santo descendía del cielo”
(v. 13).
Nabucodonosor habla como pagano, expresando la idea babilónica de seres santos
(dioses), de los cuales uno, descendió a
darle el mensaje. En la Biblia es común la intervención de ángeles o mensajeros
de Dios. Daniel aclaró que el emisario fue enviado por Dios, quien le dio el
decreto (v. 24),
aunque el rey creyese que provenía de los vigilantes “dioses”
(v. 17).
Dios interviene en la vida y el reino de Nabucodonosor con un decreto soberano
(v. 14).
“¡Derribad
el árbol!”, el dominio de Nabucodonosor se terminará. ” ¡Cortad sus
ramas, quitadle el follaje!”, la protección que él brindaba será
eliminada. “¡Dispersad
sus frutos!”, ya no podrá sustentar a su imperio. “¡Váyanse las
bestias que están debajo de él, y las aves de sus ramas!”, quedará
solo, sin la compañía de aquellos que antes dependían de él. El relato del
sueño continúa: “Dejad el tronco…en la tierra”
(v. 15),
indica que la destrucción no será total; una muestra de la misericordia de
nuestro Dios quien no se complace en la muerte del impío. Dios somete la
soberbia del orgulloso, “con atadura de hierro y bronce” (v. 15),
con humillaciones tremendas, pero con el propósito de atraer a sus criaturas
hacia él.
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