PROVERBIOS. Capítulo 10.
A partir de ahora, Salomón cambia la forma de su
exposición. En vez de los discursos más amplios y tan frecuentes en los capítulos 1 al 9, ahora encontramos
oraciones cortas de dos frases independientes, aunque relacionados entre sí. Vv. 1-10. En el versículo 1 vemos que el consuelo de los padres depende del
carácter y comportamiento de los hijos. Aunque el justo sea pobre, su Señor no
permitirá que le falte nada (v. 2-3).
Toda persona anhela prosperar. Algunos logran su llegar a esa meta, y otros
muchos pasan toda su vida luchando por alcanzarla. Aquí Salomón nos habla de
algunos aspectos a tener en cuenta. El nos recomienda a ser diligentes en
nuestras labores (v. 4). La
diligencia es el camino para prosperar si va acompañada de honradez y termina
expulsando de nuestras vidas la pobreza. Seamos prudentes en nuestros negocios
(v. 5), pues eso nos ayuda a
aprovechar cada ocasión que se nos presente y nos ayuda a obrar con sagacidad.
Son pues, la diligencia y la prudencia dos ingredientes muy importantes para
lograr el éxito en cualquier negocio que emprendamos. El versículo 6 podríamos parafrasearlo así: ¿Qué es mejor en la vida?
¿Recibir la bendición divina por obrar rectamente o gastar el tiempo cubriendo
con mentiras nuestro mal vivir? La bendición muestra el favor de Dios e indica
la participación divina en el éxito de la persona que le teme. Tanto el justo
como el impío deben morir, pero entre sus almas hay una gran diferencia (v. 7). El corazón del sabio es un
terreno muy fértil para recibir la Palabra de Dios, no así el necio que la
desprecia (v. 8).La integridad y la
confianza son compañeras en el camino del hombre bueno, pero los que viven en
la hipocresía al final serán desenmascarados (v. 9). “Guiñar
el ojo” pudiera compararse con un dicho popular, ”Hacer la vista gorda”, y vemos eso en el ejemplo de David que
toleró el mal proceder de sus hijos
(véase la de Amnón y Absalón en 2 Samuel
13) y con ello acarreó sobre sí mucho dolor. Ahora nos vamos a adentrar en los versículos 11-21. De los 11 proverbios de esta sección, ocho
hacen referencia a la forma de hablar. La boca del hombre bueno siempre estará
abierta para enseñar, consolar y corregir al prójimo (v. 11). El odio es una fuente permanente de contiendas, pero quien
obra con amor al prójimo perdonará y olvidará (v. 12). Los que neciamente van por malos caminos, se preparan varas
de castigo para sí mismos (v. 13).
Cualquier conocimiento que sirve debemos atesorarlo, leyendo, oyendo la Palabra
de Dios, por la meditación, por la
oración, etc, (v. 14). La riqueza y
la pobreza se convierten en fortaleza o debilidad dependiendo de la importancia
que le demos (v. 15). Quizá el
hombre justo no tenga más de aquello por lo cual trabaja duro pero ese esfuerzo
le da lo necesario para vivir, más el impío invierte todo lo que gana en el
pecado (v. 16). La persona que ha
perdido el rumbo debe aceptar la corrección si no quiere seguir equivocándose (v. 17). Especialmente necio es aquél
que piensa que puede esconder algo de Dios y la malicia no es buena consejera (v. 18). Los que hablan mucho, al final
terminan cometiendo muchos errores (pecados)
y el prudente evita el disculparse continuamente (v. 19). La lengua del justo es sincera, libre de traición y de mala
intención y al final es muy apreciada (vv.
20-21). ¿Cómo hablar? Con
prudencia (v. 19); con justicia (v. 20); con templanza (v. 21). A partir de aquí vemos que al
impío es como un deporte la maldad. Sólo los hombres necios y malos se
divierten haciendo daño al prójimo y haciéndole pecar (v. 23). El mayor deseo de bendiciones eternas que desea el justo le
será otorgado (v. 24). Los malos son
como torbellinos que pasan sin pena ni gloria, pero el justo permanece y lo
hace en el Señor (v. 25). Como el
vinagre destempla los dientes, y el humo hace doler mucho los ojos, así el
perezoso hace sufrir a su empleador (v.
26). El que teme a Dios vivirá (vv.
27-28). El creyente se afirma en la fe y por ello obedece con deleite (v. 29). El malo estaría feliz de de
tener la tierra por hogar eterno, pero eso no puede ser. Debe morir y dejar
atrás todos sus ídolos (v. 30). El
hombre bueno habla sabiamente para provecho del prójimo; pero el pecado será la
ruina del hombre malo (vv. 31-32).
Al justo lo guarda el poder de Dios y nada podrá apartarlo de su amor.-
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