domingo, 26 de agosto de 2012

ESCUELA DOMINICAL


                                     PROVERBIOS. Capítulo 10.

A partir de ahora, Salomón cambia la forma de su exposición. En vez de los discursos más amplios y tan frecuentes en los capítulos 1 al 9, ahora encontramos oraciones cortas de dos frases independientes, aunque relacionados entre sí. Vv. 1-10. En el versículo 1 vemos que el consuelo de los padres depende del carácter y comportamiento de los hijos. Aunque el justo sea pobre, su Señor no permitirá que le falte nada (v. 2-3). Toda persona anhela prosperar. Algunos logran su llegar a esa meta, y otros muchos pasan toda su vida luchando por alcanzarla. Aquí Salomón nos habla de algunos aspectos a tener en cuenta. El nos recomienda a ser diligentes en nuestras labores (v. 4). La diligencia es el camino para prosperar si va acompañada de honradez y termina expulsando de nuestras vidas la pobreza. Seamos prudentes en nuestros negocios (v. 5), pues eso nos ayuda a aprovechar cada ocasión que se nos presente y nos ayuda a obrar con sagacidad. Son pues, la diligencia y la prudencia dos ingredientes muy importantes para lograr el éxito en cualquier negocio que emprendamos. El versículo 6 podríamos parafrasearlo así: ¿Qué es mejor en la vida? ¿Recibir la bendición divina por obrar rectamente o gastar el tiempo cubriendo con mentiras nuestro mal vivir? La bendición muestra el favor de Dios e indica la participación divina en el éxito de la persona que le teme. Tanto el justo como el impío deben morir, pero entre sus almas hay una gran diferencia (v. 7). El corazón del sabio es un terreno muy fértil para recibir la Palabra de Dios, no así el necio que la desprecia (v. 8).La integridad y la confianza son compañeras en el camino del hombre bueno, pero los que viven en la hipocresía al final serán desenmascarados (v. 9).  “Guiñar el ojo” pudiera compararse con un dicho popular, ”Hacer la vista gorda”, y vemos eso en el ejemplo de David que toleró  el mal proceder de sus hijos (véase la de Amnón y Absalón en 2 Samuel 13) y con ello acarreó sobre sí mucho dolor.  Ahora nos vamos a adentrar en los versículos 11-21. De los 11 proverbios de esta sección, ocho hacen referencia a la forma de hablar. La boca del hombre bueno siempre estará abierta para enseñar, consolar y corregir al prójimo (v. 11). El odio es una fuente permanente de contiendas, pero quien obra con amor al prójimo perdonará y olvidará (v. 12). Los que neciamente van por malos caminos, se preparan varas de castigo para sí mismos (v. 13). Cualquier conocimiento que sirve debemos atesorarlo, leyendo, oyendo la Palabra de Dios, por la meditación,  por la oración, etc, (v. 14). La riqueza y la pobreza se convierten en fortaleza o debilidad dependiendo de la importancia que le demos (v. 15). Quizá el hombre justo no tenga más de aquello por lo cual trabaja duro pero ese esfuerzo le da lo necesario para vivir, más el impío invierte todo lo que gana en el pecado (v. 16). La persona que ha perdido el rumbo debe aceptar la corrección si no quiere seguir equivocándose (v. 17). Especialmente necio es aquél que piensa que puede esconder algo de Dios y la malicia no es buena consejera (v. 18). Los que hablan mucho, al final terminan cometiendo muchos errores (pecados) y el prudente evita el disculparse continuamente (v. 19). La lengua del justo es sincera, libre de traición y de mala intención y al final es muy apreciada (vv. 20-21). ¿Cómo hablar? Con prudencia (v. 19); con justicia (v. 20); con templanza (v. 21). A partir de aquí vemos que al impío es como un deporte la maldad. Sólo los hombres necios y malos se divierten haciendo daño al prójimo y haciéndole pecar (v. 23). El mayor deseo de bendiciones eternas que desea el justo le será otorgado (v. 24). Los malos son como torbellinos que pasan sin pena ni gloria, pero el justo permanece y lo hace en el Señor (v. 25). Como el vinagre destempla los dientes, y el humo hace doler mucho los ojos, así el perezoso hace sufrir a su empleador (v. 26). El que teme a Dios vivirá (vv. 27-28). El creyente se afirma en la fe y por ello obedece con deleite (v. 29). El malo estaría feliz de de tener la tierra por hogar eterno, pero eso no puede ser. Debe morir y dejar atrás todos sus ídolos (v. 30). El hombre bueno habla sabiamente para provecho del prójimo; pero el pecado será la ruina del hombre malo (vv. 31-32). Al justo lo guarda el poder de Dios y nada podrá apartarlo de su amor.-

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